¿Qué dice la Biblia acerca de perseverar en las relaciones?
Las Sagradas Escrituras nos ofrecen una poderosa sabiduría sobre la importancia de la perseverancia en nuestras relaciones, especialmente en el matrimonio. Desde el principio, en el libro del Génesis, vemos la intención de Dios para la unión entre el hombre y la mujer: «Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, se une a su mujer y se convierten en una sola carne» (Génesis 2:24). Esta unidad está destinada a perdurar, como afirma el propio Jesús cuando dice: «Por tanto, lo que Dios ha unido, no separe nadie» (Marcos 10, 9).
La Biblia describe sistemáticamente el matrimonio como una relación de pacto, reflejando el amor fiel de Dios por su pueblo. En el libro de Malaquías, leemos: «Odio el divorcio», dice el Señor Dios de Israel (Malaquías 2:16). Esto no es porque Dios es duro, sino porque Él conoce el dolor y el quebrantamiento que provienen de las relaciones rotas.
Sin embargo, las Escrituras también reconocen que las relaciones requieren esfuerzo y perseverancia. San Pablo nos exhorta: «El amor es paciente, el amor es bondadoso... Siempre protege, siempre confía, siempre espera, siempre persevera» (1 Corintios 13:4,7). Esta hermosa descripción del amor nos recuerda que el verdadero amor no es simplemente un sentimiento, sino un compromiso de actuar con paciencia, bondad y resistencia.
En momentos de dificultad, se nos anima a «llevarnos unos a otros y perdonarnos unos a otros si alguno de ustedes tiene un agravio contra alguien. Perdona como el Señor te perdonó» (Colosenses 3:13). Este llamado al perdón y la tolerancia es esencial para perseverar a través de los desafíos inevitables que surgen en cualquier relación.
Pero también debemos reconocer que hay situaciones en las que la perseverancia debe equilibrarse con la sabiduría y la seguridad. Si bien lo ideal es que los matrimonios perduren, la Iglesia reconoce que hay circunstancias, como el abuso o la infidelidad, donde la separación puede ser necesaria para el bienestar de las personas y las familias.
En todas nuestras relaciones, esforcémonos por imitar el amor sacrificial y el compromiso inquebrantable de Cristo. A medida que enfrentamos pruebas, que podamos sacar fuerza del Señor, recordando las palabras de San Pablo: «Todo esto lo puedo hacer por medio del que me da fuerzas» (Filipenses 4:13).
¿Cuándo es correcto luchar por una relación versus dejarla ir?
Esta pregunta toca uno de los aspectos más desafiantes de las relaciones humanas. Discernir cuándo perseverar y cuándo dejar ir requiere gran sabiduría, oración y, a menudo, el consejo de otros.
Debemos reconocer que cada situación es única, y no hay una respuesta única para todos. Pero las Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia nos ofrecen guía en este discernimiento.
En general, estamos llamados a luchar por nuestras relaciones, especialmente en el matrimonio. Como leemos en el Eclesiastés, «Dos son mejores que uno... Si alguno de ellos cae, uno puede ayudar al otro a subir» (Eclesiastés 4:9-10). Este apoyo y compromiso mutuos están en el corazón de las relaciones cristianas.
Pero hay circunstancias en las que puede ser necesario o incluso correcto dejar ir una relación:
Cuando hay abuso: El abuso físico, emocional o espiritual nunca es aceptable en una relación cristiana. En tales casos, la seguridad debe ser la prioridad.
Cuando hay infidelidad impenitente: Si bien la reconciliación es posible con el verdadero arrepentimiento, la infidelidad persistente puede dañar irreparablemente la confianza esencial para un matrimonio.
Cuando una pareja ha abandonado la relación: Si uno de los cónyuges se ha ido y no muestra voluntad de regresar o trabajar en la relación, es posible que no sea posible luchar solo por ella.
Cuando la relación lo aleja de Dios: Si permanecer en la relación requiere comprometer la fe o la moral, puede ser necesario alejarse.
Al considerar si luchar por una relación, debemos preguntarnos:
- ¿Existe un fundamento de amor y respeto sobre el que se pueda reconstruir?
- ¿Están ambas partes dispuestas a trabajar en la relación?
- ¿Pueden resolverse los problemas sin comprometer la dignidad o la fe?
- ¿Continuar la relación sería en el mejor interés de los niños involucrados?
Si la respuesta a estas preguntas es sí, entonces a menudo vale la pena luchar por la relación. Esto puede implicar buscar asesoramiento, trabajar en la comunicación y un compromiso mutuo con el crecimiento y el cambio.
Pero también debemos recordar que el plan de Dios para nosotros es de paz e integridad. Como escribe San Pablo, «Dios nos ha llamado a vivir en paz» (1 Corintios 7:15). Si una relación se ha convertido en una fuente de conflicto constante, dolor o daño espiritual, y los esfuerzos para mejorarla no han tenido éxito, puede ser hora de considerar en oración dejar ir.
En todos los casos, debemos abordar esta decisión con humildad, buscando la guía de Dios a través de la oración, las Escrituras y el consejo de consejeros sabios y piadosos. Y cualquiera que sea el resultado, debemos esforzarnos por actuar con amor, perdón y respeto por la dignidad de todos los involucrados.
Recordemos, queridos hermanos y hermanas, que nuestra última relación es con Dios. A medida que navegamos por las complejidades de las relaciones humanas, que siempre busquemos acercarnos a Él, confiando en Su amor y guía.
¿Cómo pueden las parejas alinear su relación con el diseño de Dios para el matrimonio?
Alinear el matrimonio con el diseño de Dios es un viaje hermoso y de por vida. Requiere compromiso, gracia y un continuo giro hacia el Señor. Reflexionemos sobre algunos aspectos clave de este sagrado esfuerzo.
Debemos reconocer que el matrimonio no es meramente una institución humana, sino un llamado divino. Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, «la vocación al matrimonio está escrita en la naturaleza misma del hombre y de la mujer tal como vinieron de la mano del Creador» (CCC 1603). Este entendimiento eleva el matrimonio de un mero contrato social a un pacto sagrado.
Para alinearse con el diseño de Dios, las parejas deben centrar su relación en Cristo. Como bien expresa san Pablo: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella» (Efesios 5:25). Este amor sacrificial es el fundamento del matrimonio cristiano. Pide a ambos cónyuges que antepongan las necesidades del otro a las suyas, reflejando el amor generoso de Cristo por la Iglesia.
La oración y las prácticas espirituales compartidas son esenciales en esta alineación. Cuando las parejas oran juntas, asisten a Misa juntos y comparten la vida sacramental de la Iglesia, invitan a Dios a estar en el centro de su relación. Como dice el refrán popular: «La familia que reza unida, permanece unida».
La comunicación abierta y honesta, arraigada en el amor y el respeto, es crucial. San Pablo aconseja: «No dejes que salga de tu boca ninguna charla malsana, sino solo lo que sea útil para edificar a los demás de acuerdo con sus necesidades» (Efesios 4:29). Esto se aplica especialmente dentro del matrimonio, donde las palabras tienen el poder de sanar o dañar.
El perdón debe ser una práctica regular en el matrimonio. Como nuestro Señor Jesús nos enseñó a orar, «Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mateo 6:12). En la relación íntima del matrimonio, habrá muchas oportunidades para practicar este perdón.
Las parejas también deben abrazar las enseñanzas de la Iglesia sobre la sexualidad y la apertura a la vida. El acto conyugal es una poderosa expresión de amor y unidad, y siempre debe estar abierto a la posibilidad de una nueva vida. La planificación familiar natural puede ayudar a las parejas a planificar responsablemente a sus familias, respetando al mismo tiempo el diseño de Dios para la sexualidad humana.
Es importante que las parejas cultiven virtudes juntas: paciencia, amabilidad, humildad y autocontrol. Estas virtudes, frutos del Espíritu Santo, fortalecen el vínculo del matrimonio y ayudan a navegar los desafíos.
Por último, las parejas deben recordar que su matrimonio no es solo para sí mismas, sino que está destinado a ser un testimonio del mundo del amor de Dios. Como ha dicho el Papa Francisco, «la imagen de Dios es la pareja casada: el hombre y la mujer; no solo el hombre, no solo la mujer, sino ambos juntos».
Alinear tu matrimonio con el diseño de Dios no siempre es fácil, pero siempre vale la pena el esfuerzo. Requiere compromiso diario, perdón frecuente y la voluntad de crecer juntos en fe y amor. Que encuentres alegría y gracia en esta hermosa vocación, y que tus matrimonios sean una luz del amor de Dios en el mundo.
¿Cómo pueden los cónyuges apoyar el crecimiento espiritual de los demás mientras trabajan en su relación?
El camino del matrimonio y el crecimiento espiritual están profundamente entrelazados. A medida que los cónyuges trabajan en su relación, tienen una oportunidad única de apoyar y fomentar el desarrollo espiritual de los demás. Este apoyo mutuo puede fortalecer tanto su matrimonio como sus relaciones individuales con Dios.
Debemos reconocer que el matrimonio mismo es un camino hacia la santidad. Como el Papa Francisco ha expresado bellamente: «El sacramento del matrimonio no es una convención social, un ritual vacío o simplemente el signo externo de un compromiso. El sacramento es un don dado para la santificación y la salvación de los cónyuges». En este sentido, el acto mismo de amar y servir al cónyuge se convierte en un acto de crecimiento espiritual.
Una de las formas más poderosas en que los cónyuges pueden apoyarse mutuamente en su crecimiento espiritual es a través de la oración compartida. Cuando las parejas oran juntas, invitan a Dios al corazón de su relación. Esto puede adoptar muchas formas: rezar el Rosario juntos, leer y reflexionar sobre las Escrituras, o simplemente tomarse de la mano y ofrecer oraciones espontáneas por los demás y su familia. Como se ha dicho, «la familia que reza unida permanece unida».
Alentarse mutuamente en las prácticas espirituales individuales también es importante. Los cónyuges pueden apoyarse mutuamente para hacer tiempo para la oración personal, el estudio de la Biblia o los retiros. Pueden recordarse suavemente la importancia de la confesión regular y la asistencia a la misa. Este estímulo mutuo ayuda a ambos socios a priorizar sus vidas espirituales en medio del ajetreo de la vida diaria.
El perdón es una práctica espiritual crucial en el matrimonio. Como enseñó nuestro Señor Jesús, debemos perdonar «setenta veces siete» (Mateo 18:22). Al practicar el perdón en su relación, los cónyuges no solo fortalecen su matrimonio, sino que también crecen en esta virtud cristiana esencial. Aprenden a extenderse el uno al otro la misma misericordia que Dios extiende a todos nosotros.
Los cónyuges también pueden apoyarse mutuamente en el crecimiento espiritual participando juntos en actos de servicio. Ser voluntario en una organización benéfica local, ayudar en su parroquia o llegar a los vecinos necesitados puede profundizar su fe compartida y sentido de misión. Como nos recuerda Santiago, «la fe sin obras está muerta» (Santiago 2:26).
Leer y discutir libros espirituales juntos puede ser una forma poderosa de crecer en fe como pareja. Esto podría incluir obras de los santos, escritores espirituales contemporáneos o documentos de la Iglesia sobre el matrimonio y la vida familiar. Estas reflexiones compartidas pueden conducir a conversaciones profundas sobre la fe y los valores, reforzando el vínculo espiritual de la pareja.
Es importante que los cónyuges sean pacientes con el viaje espiritual de los demás. El camino de cada persona hacia Dios es único, y el crecimiento se produce a ritmos diferentes. Un cónyuge que está más avanzado en ciertos aspectos de la fe debe alentar sin presionar, recordando siempre que la gracia de Dios obra en su propio tiempo.
Los cónyuges también deben esforzarse por ser buenos ejemplos el uno para el otro en la vida de su fe. Se dice que san Francisco de Asís aconsejó: «Predicad el Evangelio en todo momento. Cuando sea necesario, utiliza palabras». Al esforzarse por llevar una vida virtuosa, los cónyuges pueden inspirarse y animarse mutuamente en la santidad.
Por último, las parejas deben recordar que su amor mutuo es en sí mismo un reflejo del amor de Dios. Al trabajar continuamente para profundizar su amor y compromiso, se acercan no solo el uno al otro sino a Dios. Como escribe San Juan, «Quien vive en el amor vive en Dios, y Dios en ellos» (1 Juan 4:16).
Apoyar el crecimiento espiritual de los demás mientras trabajan en su relación es una vocación hermosa y desafiante. Requiere paciencia, humildad y la voluntad de ser vulnerables unos con otros y con Dios. Pero las recompensas son inmensas: un matrimonio más fuerte, una fe más profunda y la alegría de caminar juntos hacia Dios. Que vuestros matrimonios sean bendecidos con este apoyo mutuo y crecimiento en santidad.
¿Qué límites son importantes para mantener cuando se lucha por una relación?
Cuando hablamos de luchar por una relación, particularmente un matrimonio, debemos abordar esta lucha con sabiduría, respeto y un profundo compromiso con el amor. Los límites son esenciales en este proceso, ya que ayudan a proteger la dignidad de ambos individuos y la integridad de la relación en sí. Reflexionemos sobre algunos límites importantes que debemos mantener en este contexto.
Debemos establecer un límite contra cualquier forma de violencia o abuso. Como he dicho antes, «sabemos que ninguna «violencia doméstica» es justificable». El abuso físico, emocional o verbal no tiene cabida en una relación cristiana. Si tal comportamiento está presente, la seguridad debe ser la principal preocupación, y se debe buscar ayuda profesional de inmediato.
En segundo lugar, es fundamental mantener el respeto de la dignidad personal y la autonomía de los demás. Incluso en medio del conflicto, debemos recordar que nuestro cónyuge es un hijo de Dios, creado a Su imagen. Esto significa evitar tácticas manipuladoras, coerción o intentos de controlar a la otra persona. Como nos recuerda San Pablo, «Someterse unos a otros por reverencia a Cristo» (Efesios 5:21).
La privacidad es otro límite importante. Si bien la apertura y la honestidad son vitales en una relación, cada persona todavía tiene derecho a un espacio personal y privacidad. Esto podría significar respetar las comunicaciones personales de los demás, dejar tiempo para actividades individuales o no compartir detalles íntimos de sus problemas de relación con los demás sin el consentimiento mutuo.
También es importante establecer límites en torno a la participación de otros en su relación. Si bien buscar consejo de amigos, familiares o profesionales de confianza puede ser útil, tenga cuidado al permitir que otros se involucren demasiado en sus problemas matrimoniales. Su lealtad principal debe ser a su cónyuge y a resolver las cosas juntos.
Los límites financieros también son cruciales. Luchar por una relación no debe significar poner en peligro la estabilidad financiera o participar en gastos imprudentes. Sea transparente con respecto a las finanzas, pero también mantenga los límites acordados sobre el gasto, especialmente en momentos de estrés en las relaciones.
Los límites de tiempo son necesarios para garantizar que el trabajo en la relación no consuma todos los aspectos de la vida. Si bien dedicar tiempo a trabajar en cuestiones es importante, también es crucial mantener otras responsabilidades y relaciones. Este equilibrio ayuda a prevenir el agotamiento y mantiene una perspectiva saludable.
Los límites emocionales son quizás los más delicados pero igualmente importantes. Si bien luchar por una relación requiere inversión emocional, es crucial mantener un sentido de sí mismo. Esto significa no permitir que todo tu bienestar emocional dependa del estado de la relación. Como nos recuerda el salmista, nuestra fuente última de fortaleza y paz está en Dios: «Mi carne y mi corazón pueden fallar, pero Dios es la fuerza de mi corazón y mi porción para siempre» (Salmo 73:26).
También es importante establecer límites en torno a los temas y la forma de sus debates. Acordar reglas para una lucha justa, como evitar ataques personales, mantenerse en el tema y tomar descansos cuando las emociones son altas. Como aconseja St. James, «tome nota de esto: Todos deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse» (Santiago 1:19).
Finalmente, mantenga un límite en torno a su compromiso con el crecimiento y el cambio. Si bien puede alentar a su cónyuge, no puede obligarlo a cambiar. Cada persona debe asumir la responsabilidad de su propio crecimiento. Como dijo nuestro Señor Jesús: «¿Por qué miras la mota de serrín en el ojo de tu hermano y no prestas atención a la plancha en tu propio ojo?» (Mateo 7:3).
¿Cómo pueden las parejas reconstruir la confianza después de la traición o el dolor?
Reconstruir la confianza después de la traición o el dolor es un viaje que requiere mucha paciencia, coraje y, sobre todo, la gracia de Dios. La confianza, una vez rota, solo puede restaurarse lentamente con el tiempo a través de acciones consistentes que demuestren un verdadero arrepentimiento y cambio.
Ambos socios deben comprometerse de todo corazón con el proceso de sanación y reconciliación. El que ha causado daño debe asumir toda la responsabilidad de sus acciones, sin excusas ni cambios de culpa. Deben demostrar un remordimiento genuino y una voluntad de cambio, no solo en palabras sino en acciones concretas (Stanley et al., 2013).
Para el compañero herido, el camino para reconstruir la confianza implica la voluntad de perdonar, incluso cuando es difícil. Recordemos las palabras de nuestro Señor Jesús, que nos enseñó a perdonar «no siete veces, sino setenta y siete» (Mateo 18:22). Esto no significa olvidar o excusar la ofensa, sino más bien elegir liberar al delincuente de la deuda que nos debe (Stanley et al., 2013).
El proceso de reconstrucción de la confianza requiere una comunicación abierta y honesta. Ambos socios deben crear un espacio seguro donde los sentimientos puedan expresarse sin temor a juicios o represalias. Puede ser útil buscar la guía de un pastor de confianza o consejero cristiano para facilitar estas conversaciones y proporcionar herramientas para la curación.
A medida que la confianza comienza a reconstruirse, es crucial que la pareja establezca nuevos patrones de comportamiento que refuercen la honestidad y la transparencia. Esto podría incluir acordar límites, ser responsable del paradero y las acciones de uno y cumplir sistemáticamente los compromisos, sin importar cuán pequeños sean (Stanley et al., 2013).
Recuerde, que la reconstrucción de la confianza no se trata solo de las acciones de quien causó el daño. El compañero herido también debe estar dispuesto a dejar ir el resentimiento y elegir confiar de nuevo, incluso cuando se siente arriesgado. Esto requiere un gran coraje y, a menudo, mucha oración por la fuerza y la guía de Dios.
Sobre todo, no olvidemos el poder del amor y la gracia de Dios en este proceso. Como nos recuerda san Pablo, «el amor todo lo lleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1 Corintios 13:7). Con la ayuda de Dios, incluso las heridas más profundas pueden curarse, y la confianza puede restaurarse, lo que lleva a una relación más fuerte y más centrada en Cristo que antes (Stanley et al., 2013).
¿Cuáles son las señales de que Dios quiere que sigas luchando por tu relación?
Discernir la voluntad de Dios para nuestras relaciones a veces puede ser difícil, especialmente cuando enfrentamos dificultades. Pero hay señales que pueden indicar que Dios desea que perseveremos en nuestro compromiso con nuestra pareja.
Debemos recordar que Dios es el autor del matrimonio y valora el pacto entre marido y mujer. Como enseñó Jesús: «Lo que Dios ha unido, que nadie se separe» (Marcos 10, 9). Por lo tanto, si ambos socios son creyentes y no hay amenaza de abuso físico o emocional, esto es a menudo una señal de que Dios desea la reconciliación y la curación en lugar de la separación (Thomas, 2013).
Una clara indicación de que Dios quiere que sigas luchando por tu relación es cuando ambos socios demuestran una voluntad de trabajar en los temas en cuestión. Si usted y su cónyuge están comprometidos con el crecimiento, buscan la guía de Dios y se esfuerzan por cambiar los patrones dañinos, esto es una fuerte señal de que su relación tiene esperanza. Recuerde: «El amor es paciente, el amor es bondadoso» (1 Corintios 13:4), y a veces Dios nos llama a ejercer esta paciencia a medida que superamos las dificultades (Thomas, 2013).
Otra señal es cuando experimentas momentos de gracia y avance en tu relación, incluso en medio de luchas. Estos pueden ser pequeños ejemplos de comprensión, perdón o afecto renovado que te recuerdan el amor que una vez compartiste. Estos momentos son a menudo la forma en que Dios nos anima a perseverar.
Si descubres que los desafíos de tu relación te están llevando a ambos a crecer espiritualmente, acercándote a Dios y profundizando tu fe, esto también puede ser una señal de que Dios está obrando en tu relación. Las dificultades pueden ser oportunidades para el crecimiento espiritual y para aprender a amar como Cristo nos ama (Thomas, 2013).
También es importante prestar atención al consejo de personas sabias y piadosas en tu vida. Si amigos de confianza, familiares o líderes espirituales que te conocen bien te animan a seguir trabajando en tu relación, esto puede ser otro indicio de la voluntad de Dios (Thomas, 2013).
Pero también debemos ser cautelosos para no confundir nuestros propios deseos con la voluntad de Dios. A veces, es posible que deseemos mantener una relación por miedo o consuelo, en lugar de porque es realmente el plan de Dios para nosotros. Por eso es fundamental dedicar tiempo a la oración, buscando la guía de Dios con un corazón abierto y humilde.
Recuerde, el deseo último de Dios es nuestra santidad y que reflejemos su amor al mundo. Si su relación, a pesar de sus desafíos, le brinda oportunidades tanto para crecer en semejanza a Cristo como para servir a los demás, esta es una fuerte indicación de que Dios quiere que persevere (Thomas, 2013).
Por último, si has hecho un pacto ante Dios en matrimonio y no hay motivos bíblicos para el divorcio (como el adulterio impenitente o el abandono por parte de un cónyuge incrédulo), entonces el deseo de Dios es generalmente la reconciliación y la restauración. En tales casos, estamos llamados a luchar por nuestros matrimonios con toda la fuerza y la gracia que Dios provee (Keller & Keller, 2011; Thomas, 2013).
Discernir la voluntad de Dios para nuestras relaciones requiere sabiduría, oración y, a menudo, el apoyo de nuestra comunidad cristiana. Confía en la guía del Señor, porque Él promete: «Yo te instruiré y te enseñaré el camino que debes seguir; Te aconsejaré con mi ojo amoroso sobre ti» (Salmo 32:8).
¿Cómo pueden las parejas cristianas buscar consejos sabios para sus luchas de relación?
Buscar consejos sabios para las luchas de relaciones no solo es prudente sino también bíblico. Como nos recuerda el libro de Proverbios, «Donde no hay guía, cae un pueblo, pero en abundancia de consejeros hay seguridad» (Proverbios 11:14). Exploremos cómo las parejas cristianas pueden buscar y beneficiarse de la sabiduría piadosa en sus relaciones.
Debemos reconocer que buscar ayuda es un signo de fortaleza, no de debilidad. Se necesita humildad y coraje para admitir que necesitamos guía, y este mismo acto puede ser el primer paso hacia la curación y el crecimiento en su relación. Recuerde, incluso los más sabios entre nosotros pueden beneficiarse de la perspectiva y la sabiduría de los demás (Stanley et al., 2013).
Al buscar consejo, es crucial recurrir a fuentes basadas en la Palabra de Dios y los principios cristianos. Su primer paso podría ser acercarse a su pastor o a un anciano respetado en su comunidad de la iglesia. Estos líderes espirituales a menudo están equipados con conocimiento bíblico y experiencia práctica para guiar a las parejas a través de las dificultades (Stanley et al., 2013).
Muchas iglesias también ofrecen ministerios matrimoniales o grupos de apoyo diseñados específicamente para parejas. Estos pueden ser recursos valiosos, proporcionando no sólo orientación, sino también una comunidad de otras parejas que pueden estar enfrentando desafíos similares. Hay un gran consuelo y sabiduría en compartir experiencias y aprender unos de otros (Stanley et al., 2013).
Para una ayuda más intensiva, considere buscar consejería matrimonial cristiana. Busque un consejero que no solo esté calificado profesionalmente, sino que también comparta sus valores de fe. Un buen consejero cristiano integrará principios psicológicos sólidos con la verdad bíblica, ayudándole a navegar sus luchas de una manera que honre a Dios (Stanley et al., 2013).
Al elegir un consejero, no tenga miedo de hacer preguntas sobre su enfoque, experiencia y antecedentes de fe. Es importante que tanto usted como su cónyuge se sientan cómodos con el consejero y sus métodos. Si después de unas cuantas sesiones no crees que el consejero encaje bien, está bien probar con otra persona (Stanley et al., 2013).
Mientras buscas consejo, prepárate para ser abierto y honesto sobre tus luchas. La curación y el crecimiento solo pueden ocurrir cuando estamos dispuestos a enfrentar nuestros problemas con transparencia y humildad. Esto puede sentirse incómodo al principio, pero recuerde que un buen consejero proporciona un espacio seguro y confidencial para que usted exprese sus preocupaciones (Stanley et al., 2013).
También es importante abordar el asesoramiento como un equipo. Ambos socios deben estar comprometidos con el proceso de buscar ayuda y trabajar en la relación. Si un compañero es reacio, anímalo suavemente expresando tu amor y tu deseo de fortalecer tu vínculo (Stanley et al., 2013).
Si bien el asesoramiento profesional puede ser increíblemente beneficioso, no pase por alto el poder de la tutoría entre iguales. Muchas iglesias tienen programas donde las parejas mayores y más experimentadas son mentoras de las más jóvenes. Esto puede proporcionar consejos y apoyo prácticos y relacionables que complementan la consejería profesional (Stanley et al., 2013).
Recuerde, que buscar un abogado no es un evento de una sola vez, sino un proceso continuo. Sean pacientes consigo mismos y con los demás mientras trabajan a través de sus desafíos. El cambio y la curación llevan tiempo, pero con perseverancia y la gracia de Dios es posible una gran transformación (Stanley et al., 2013).
Por último, y lo que es más importante, nunca olvides buscar al último Consejero: nuestro Padre Celestial. A través de la oración, la lectura de las Escrituras y la escucha de Su guía, invitamos a Dios al centro de nuestras relaciones. Como nos dice Santiago 1:5: «Si alguno de vosotros carece de sabiduría, pedid a Dios, que da generosamente a todos sin encontrar culpa, y se os dará» (Stanley et al., 2013).
Al buscar un consejo sabio, no solo está invirtiendo en su relación, sino que también está honrando el diseño de Dios para la comunidad y el apoyo mutuo dentro del cuerpo de Cristo. Que encuentres la orientación que necesitas y experimentes el poder transformador del amor de Dios en tu relación.
¿Qué disciplinas espirituales pueden ayudar a fortalecer una relación problemática?
Cuando una relación enfrenta problemas, es a menudo en estos momentos que debemos recurrir más fervientemente a nuestra fe. Las disciplinas espirituales, aquellas prácticas que nos acercan a Dios y nos moldean a Su imagen, pueden ser herramientas poderosas para fortalecer y sanar una relación problemática. Exploremos algunas de estas disciplinas con corazones y mentes abiertas.
Debemos hablar de oración. La oración es la línea de vida de nuestra relación con Dios, y también puede ser la línea de vida de nuestras relaciones terrenales. Cuando las parejas oran juntas, invitan a Dios al centro mismo de su unión. Al orar, sea honesto con Dios acerca de sus luchas, sus heridas y sus esperanzas. Ore por sabiduría, por paciencia y por la capacidad de amar como Cristo nos ama. Recuerde las palabras de San Pablo: «No os preocupéis por nada, sino presentad vuestras peticiones a Dios en cada situación, mediante la oración y la petición, con acción de gracias» (Filipenses 4:6) (Stanley et al., 2013).
Si orar juntos se siente difícil al principio, comience poco a poco. Puede comenzar simplemente tomándose de la mano y ofreciendo una breve oración antes de las comidas o a la hora de acostarse. A medida que te sientas más cómodo, puedes expandirte a tiempos de oración más profundos e intencionales. El acto de orar juntos puede crear un sentido de unidad y propósito compartido, incluso en medio del conflicto (Stanley et al., 2013).
Junto con la oración, el estudio regular de las Escrituras puede proporcionar orientación, consuelo y perspectiva en tiempos difíciles. Dedique tiempo a leer juntos la Biblia, centrándose especialmente en pasajes que hablan del amor, el perdón y el diseño de Dios para las relaciones. Mientras lees, discute cómo estas verdades se aplican a tu situación específica. La Palabra de Dios tiene el poder de condenarnos, alentarnos y transformarnos (Stanley et al., 2013).
Otra poderosa disciplina espiritual es la de la confesión y el perdón. En Santiago 5:16, se nos instruye a «confesar vuestros pecados unos a otros y orar unos por otros para que seáis sanados». Crear un espacio seguro en vuestra relación en el que podáis confesar honestamente vuestras faltas unos a otros, buscar el perdón y extender el perdón a cambio. Esta práctica de humildad y gracia puede derribar muros de resentimiento y fomentar la curación (Stanley et al., 2013).
El ayuno, cuando se hace con el corazón correcto, también puede ser una disciplina espiritual significativa para las parejas que enfrentan dificultades. Considere ayunar juntos de algo que pueda estar distrayéndolos unos de otros o de Dios, tal vez las redes sociales, la televisión o un hábito particular. Use el tiempo y la energía que habría gastado en estas cosas para concentrarse en la oración, la conversación y la reconexión entre sí y con Dios (Stanley et al., 2013).
La disciplina del servicio también puede fortalecer una relación problemática. Busque oportunidades para servir juntos, ya sea en su iglesia, su comunidad o simplemente ayudando a otros necesitados. Servir lado a lado puede recordarle sus valores compartidos y el propósito más grande de su relación. También puede ayudar a cambiar su enfoque de sus propios problemas a las necesidades de los demás, aportando una nueva perspectiva a su situación (Stanley et al., 2013).
Practicar la gratitud es otra poderosa disciplina espiritual. Incluso en medio de las luchas, haga un esfuerzo consciente para expresar agradecimiento a Dios y a los demás. Lleva un diario de gratitud compartido o haz que sea un hábito diario compartir una cosa por la que estés agradecido en tu relación. Esta práctica puede ayudar a cambiar su enfoque de lo que está mal a lo que está bien, fomentando una atmósfera más positiva (Stanley et al., 2013).
Por último, considere la disciplina del silencio y la soledad. Si bien esto puede parecer contradictorio para fortalecer una relación, tomarse el tiempo para la reflexión individual y escuchar a Dios en realidad puede mejorar su conexión. Permite a cada uno de ustedes procesar sus pensamientos y emociones, buscar la guía de Dios individualmente y luego reunirse con una perspectiva renovada (Cloud & Townsend, 2009).
Recuerden que estas disciplinas espirituales no son soluciones mágicas, sino herramientas que abren nuestros corazones a la obra transformadora de Dios. Requieren consistencia, paciencia y la voluntad de ser vulnerables ante Dios y entre sí. Al practicar estas disciplinas, que experimentes la verdad de Eclesiastés 4:12: «Aunque uno puede ser dominado, dos pueden defenderse. Un cordón de tres hilos no se rompe rápidamente». Con Dios como tercer hilo en su relación, tiene la fuerza para superar cualquier desafío (Cloud & Townsend, 2009).
¿Cómo pueden las parejas luchar contra las tentaciones o influencias externas que amenazan su relación?
En nuestro mundo moderno, los matrimonios y las relaciones enfrentan muchos desafíos y tentaciones externas. Sin embargo, con la gracia de Dios y el esfuerzo intencionado, las parejas pueden construir una fortaleza sólida en torno a su amor, protegiéndolo de influencias perjudiciales. Exploremos cómo proteger su relación contra estas amenazas externas.
Debemos reconocer que el matrimonio es un pacto sagrado, no solo entre un hombre y una mujer, sino también con Dios. Como enseñó Jesús: «Lo que Dios ha unido, que nadie se separe» (Marcos 10, 9). Esta comprensión debe ser la base de sus esfuerzos para proteger su relación (Keller & Keller, 2011).
Una de las formas más poderosas de combatir las tentaciones externas es nutrir y fortalecer su conexión interna. Haga de su relación una prioridad pasando tiempo de calidad juntos regularmente. Esto podría implicar reservar un «tiempo de pareja» específico cada semana, libre de distracciones como teléfonos o televisión. Usa este tiempo para hablar, reír y reconectar, reforzando el vínculo que te unió (Keller & Keller, 2011).
En nuestra era digital, las redes sociales y la tecnología pueden representar grandes amenazas para las relaciones. Es fundamental establecer límites saludables en torno a su uso de estas herramientas. Considere la posibilidad de tener horarios o zonas «sin tecnología» en su hogar. Sea transparente entre sí sobre sus actividades en línea y, si es necesario, comparta contraseñas como un signo de confianza y responsabilidad (Stanley et al., 2013).
Para muchas parejas, las relaciones pasadas pueden ser una fuente de tentación o conflicto. Es importante ser prudente a la hora de mantener las conexiones con los antiguos socios. Si bien la indemnización completa puede no ser siempre necesaria o posible, deben establecerse límites claros. Priorice su relación actual sobre las anteriores y sea sensible a los sentimientos de su pareja sobre este asunto (Stanley et al., 2013).
El trabajo a menudo puede ser una gran presión externa sobre las relaciones. Si bien es importante mantener a su familia, es fundamental mantener un equilibrio saludable entre la vida profesional y la vida privada. Comunicarse abiertamente sobre el estrés laboral y apoyarse mutuamente en el establecimiento de límites para proteger su tiempo juntos. Recuerde, ningún éxito profesional puede compensar el fracaso en el hogar (Stanley et al., 2013).
La tentación a menudo prospera en secreto, así que cultiva una cultura de apertura y honestidad en tu relación. Comparta sus luchas y vulnerabilidades entre sí. Si te sientes atraído por otra persona o tentado de alguna manera, llévalo a la luz discutiéndolo con tu cónyuge. Esta honestidad, aunque a veces es difícil, en realidad puede fortalecer su vínculo y ayudarlo a enfrentar las tentaciones juntos (Stanley et al., 2013).
Rodearse de una comunidad de apoyo es otra forma poderosa de proteger su relación. Busque otras parejas que compartan sus valores y puedan brindarles aliento y responsabilidad. Participe activamente en la comunidad de su iglesia, donde puede encontrar apoyo, orientación y recordatorios de su fe compartida (Stanley et al., 2013).
La intimidad física es un hermoso regalo de Dios dentro del matrimonio, pero también puede ser un área de tentación. Nutre tu relación física con tu cónyuge, expresando amor y afecto regularmente. Al mismo tiempo, manténgase atento a mantener límites apropiados con los demás, evitando situaciones que podrían conducir a un compromiso (Thomas, 2013).
Recuerde el poder de la oración en la lucha contra la tentación. Oren juntos regularmente, pidiéndole a Dios que proteja su relación y fortalezca su compromiso mutuo. Cuando enfrente tentaciones específicas, recurra inmediatamente a la oración, siguiendo el ejemplo de Jesús en el Huerto de Getsemaní (Thomas, 2013).
Por último, trabaja continuamente en tu propio crecimiento personal y en tu relación con Dios. Una fe individual fuerte proporciona una base sólida para resistir la tentación. Participar en disciplinas espirituales como el estudio de la Biblia, la oración y la adoración, tanto individualmente como en pareja. A medida que cada uno de ustedes se acerque a Dios, naturalmente se acercarán el uno al otro (Keller & Keller, 2011; Thomas, 2013).
