¿Qué dice la Biblia acerca de comer carne en general?
La Biblia presenta una visión matizada sobre el consumo de carne que evoluciona a lo largo de su narrativa. Al principio, en el Huerto del Edén, Dios proveyó plantas para el alimento, diciendo: «Os doy toda planta que da semilla sobre la faz de toda la tierra, y todo árbol que tiene fruto con semilla en ella. Serán tuyos como alimento» (Génesis 1:29). Esto sugiere una dieta vegetariana inicial para la humanidad.(Strømmen, 2018)
Pero después del diluvio, Dios permite explícitamente el consumo de carne, diciéndole a Noé: «Todo lo que viva y se mueva será alimento para ti. Así como os di las plantas verdes, ahora os lo doy todo» (Génesis 9:3). Esto marca un cambio importante en las dietas (Eves, 2006, p. 2).
A lo largo del Antiguo Testamento, vemos el consumo de carne como una parte regular de la vida, a menudo asociada con celebraciones y ofrendas de sacrificio. La comida de la Pascua, por ejemplo, se centró alrededor de comer un cordero (Éxodo 12:8). Sin embargo, este permiso vino con restricciones. La Ley mosaica proporcionaba directrices detalladas sobre qué animales podían comerse (limpios) y cuáles no (inmundos), como se indica en Levítico 11 y Deuteronomio 14 (Moskala, 2011, p. 2).
Estas leyes dietéticas sirvieron para múltiples propósitos. No se trataba simplemente de salud o higiene, sino también de mantener la pureza ritual y distinguir a Israel de las naciones circundantes. Las leyes reforzaron el concepto de santidad: ser apartado para Dios (Neyrey, 2016).
En el Nuevo Testamento, vemos una mayor evolución del pensamiento. Jesús declara limpios todos los alimentos (Marcos 7:19), y Pedro recibe una visión en la que Dios le dice que no llame impuro a nada que Dios haya limpiado (Hechos 10:15). Esto allana el camino para la decisión de la Iglesia primitiva de no imponer restricciones dietéticas a los conversos gentiles (Hechos 15:29). (Eves, 2006, p. 2)
El apóstol Pablo aborda el tema del consumo de carne en sus cartas, particularmente en el contexto de la carne ofrecida a los ídolos. Aboga por la libertad en Cristo, pero también por la sensibilidad a las conciencias de los demás (1 Corintios 8, Romanos 14). Las enseñanzas de Pablo sugieren que la moralidad del consumo de carne no es inherente al acto en sí, sino a la forma en que afecta a la relación con Dios y con los demás (Eves, 2006, p. 2). Del mismo modo, este principio puede aplicarse al considerar la Perspectiva bíblica sobre el juego. Así como Pablo aconseja a los creyentes que sopesen sus acciones contra el impacto en su comunidad, se debe tener la misma precaución con respecto al juego, ya que puede conducir a la adicción, las dificultades financieras y las relaciones tensas. En última instancia, el enfoque debe permanecer en fomentar el amor y la unidad dentro del cuerpo de Cristo.
La postura de la Biblia sobre el consumo de carne no es estática sino dinámica, reflejando los cambiantes contextos históricos y teológicos. Pasa de un ideal vegetariano inicial, a través de un período de consumo regulado de carne, a una posición de mayor libertad templada por consideraciones éticas. Esta progresión nos invita a reflexionar profundamente sobre nuestras propias elecciones dietéticas, considerando no solo las preferencias personales, sino también nuestras responsabilidades con Dios, con nuestras comunidades y con la creación misma.
¿Tenía Dios la intención original de que los humanos comieran carne?
La cuestión de la intención original de Dios con respecto a la dieta humana nos invita a profundizar en la narrativa bíblica y sus implicaciones teológicas. Al examinar las Escrituras, encontramos un caso convincente de que el diseño inicial de Dios para la nutrición humana se basaba en plantas.
Volvamos nuestra atención a los primeros capítulos del Génesis, donde nos encontramos con el plan divino para la creación. En Génesis 1:29-30, leemos las instrucciones de Dios a los primeros seres humanos:
"Entonces Dios dijo: 'Te doy toda planta que da semilla sobre la faz de toda la tierra y todo árbol que tiene fruto con semilla en ella. Ellos serán tuyos para la comida. Y a todas las bestias de la tierra, a todas las aves del cielo y a todas las criaturas que se mueven a lo largo del suelo, a todo lo que tiene el aliento de vida en él, doy toda planta verde como alimento» (Strèmmen, 2018).
Este pasaje pinta una imagen de un mundo pacífico y armonioso donde tanto los humanos como los animales subsisten de la vegetación. No se menciona el consumo de carne ni la matanza de animales para la alimentación. Esta dieta vegetariana parece formar parte del orden original creado, reflejando la intención inicial de Dios de alimentar al ser humano (Eves, 2006, p. 2).
Cabe señalar que esta instrucción dietética se da en el contexto de que los seres humanos son creados a imagen de Dios y se les otorga dominio sobre la creación (Génesis 1:26-28). Esto sugiere que la administración de la creación, tal como se concibió originalmente, no implicó la matanza de animales para alimentarse, sino más bien un papel de crianza y protección. (Strèmmen, 2018)
El cambio hacia el consumo de carne viene más adelante en la narrativa bíblica, específicamente después del diluvio (Génesis 9:3). Este cambio puede ser visto como una concesión a la caída humana en lugar de un ideal. Forma parte de un orden mundial posterior a las inundaciones que también incluye vidas humanas más cortas y el miedo a los seres humanos inculcado en los animales (Boyd, 2018, pp. 163-178).
Psicológicamente, podríamos ver esta progresión como un reflejo de la lucha de la humanidad con su lugar en la creación. La dieta vegetariana inicial simboliza un estado de armonía e interconexión con la naturaleza. El permiso posterior para comer carne podría verse como un reconocimiento de la realidad de la agresión humana y el deseo de dominio sobre la naturaleza, al tiempo que la coloca dentro de un marco de concesión y regulación divina. (Strømmen, 2018)
Históricamente, vemos esta tensión en varias tradiciones religiosas y filosóficas. Muchos líderes y pensadores espirituales a lo largo de la historia han abogado por el vegetarianismo como un ideal ético y espiritual superior. En la tradición cristiana, algunas órdenes monásticas han practicado el vegetarianismo como una forma de ascetismo y una forma de luchar por el ideal prelapsario. (Grumett & Muers, 2010)
Pero es crucial tener en cuenta que, aunque la Biblia sugiere un ideal vegetariano inicial, no condena universalmente el consumo de carne. La narrativa bíblica general muestra a Dios acomodándose a las necesidades humanas y las realidades culturales mientras continuamente llama a la humanidad a un comportamiento ético y compasivo.
Aunque la Biblia indica que la intención original de Dios era que los seres humanos comieran una dieta a base de plantas, también muestra una flexibilidad divina para permitir el consumo de carne en determinadas condiciones. Esta tensión nos invita a considerar cuidadosamente nuestras elecciones dietéticas a la luz de nuestra relación con Dios, nuestras criaturas y el medio ambiente.
¿Qué animales son considerados limpios e impuros para comer en la Biblia?
La distinción entre animales limpios e inmundos para el consumo es un aspecto importante de las leyes dietéticas bíblicas, que se encuentran principalmente en el Antiguo Testamento. Estas regulaciones, detalladas en Levítico 11 y Deuteronomio 14, proporcionaron una guía completa para los israelitas sobre qué animales estaban permitidos (limpios) y cuáles estaban prohibidos (inmundos) para la alimentación (Moskala, 2011, p. 2).
Examinemos estas categorías:
Animales limpios:
- Animales terrestres: Aquellos que tienen una pezuña dividida completamente dividida y que mastican el taco. Los ejemplos incluyen ganado, ovejas, cabras, ciervos y antílopes.
- Criaturas del agua: Aquellos con aletas y escamas. Esto incluiría muchos tipos de peces.
- Aves: La mayoría de las aves se consideraron limpias, con excepciones específicas enumeradas.
- Insectos: Se permitían ciertos tipos de langostas, grillos y saltamontes.
Animales sucios:
- Animales terrestres: Aquellos que no tienen una pezuña partida o no mastican el taco. Esto incluye cerdos, camellos, conejos y liebres.
- Criaturas del agua: Aquellos sin aletas y escamas, como mariscos, anguilas y varios alimentadores de fondo.
- Aves: Las aves impuras específicamente enumeradas incluyen águilas, buitres, búhos y murciélagos (clasificados como aves en la antigüedad).
- Insectos: La mayoría de los insectos se consideraban impuros, con las excepciones mencionadas anteriormente.
- Reptiles y anfibios: Todos fueron considerados impuros. (Moskala, 1998)
Es importante entender que estas distinciones no fueron arbitrarias, sino que sirvieron para múltiples propósitos. Históricamente, estas leyes ayudaron a distinguir a los israelitas de las culturas circundantes, reforzando su identidad única como pueblo elegido de Dios. Desde el punto de vista psicológico, sirvieron como recordatorio constante de la presencia de Dios en todos los aspectos de la vida, incluidas las comidas diarias (Neyrey, 2016).
Algunos estudiosos han sugerido que estas leyes también tenían beneficios para la salud, protegiendo potencialmente a los israelitas de ciertas enfermedades. Pero es crucial tener en cuenta que el objetivo principal era religioso y cultural, no higiénico. El concepto de «limpio» e «inmundo» en este contexto se refiere a la pureza ritual, no a la limpieza física (Neyrey, 2016).
El significado simbólico de estas leyes no debe pasarse por alto. La división entre animales limpios e inmundos puede verse como una representación física de la separación entre santos y profanos, un concepto clave en la religión israelita. Reforzó la idea de Israel como una nación santa, apartada para Dios (Moskala, 1998).
En el Nuevo Testamento, vemos un cambio en la perspectiva de estas leyes dietéticas. En Hechos 10, Pedro recibe una visión en la que Dios declara limpios todos los alimentos. Esta visión sirve como precursora de la aceptación de los gentiles en la comunidad cristiana primitiva, simbolizando la ruptura de las barreras entre judíos y gentiles (Eves, 2006, p. 2).
Jesús mismo había desafiado anteriormente la interpretación estricta de las leyes dietéticas, afirmando que no es lo que entra en una persona lo que los contamina, sino lo que sale de su corazón (Marcos 7:14-23). Esta enseñanza sentó las bases para la decisión de la Iglesia primitiva de no imponer restricciones dietéticas judías a los conversos gentiles (Hechos 15:29). (Eves, 2006, p. 2)
¿Cómo afecta la enseñanza de Jesús a los puntos de vista cristianos sobre el consumo de carne?
Las enseñanzas de Jesús provocaron un poderoso cambio en la comprensión de las leyes y prácticas dietéticas, que ha influido significativamente en las perspectivas cristianas sobre el consumo de carne. Para apreciar plenamente este impacto, debemos tener en cuenta las palabras y acciones de Jesús en su contexto histórico y cultural.
En los Evangelios, vemos a Jesús desafiando muchas de las interpretaciones tradicionales de la ley judía, incluidas las relacionadas con la comida. Un momento crucial ocurre en Marcos 7:14-23, donde Jesús declara:
«Nada fuera de una persona puede contaminarla entrando en ella. Más bien, es lo que sale de una persona lo que la contamina».
Mark añade el comentario: «Al decir esto, Jesús declaró limpios todos los alimentos» (Marcos 7:19). (Eves, 2006, p. 2)
Esta enseñanza marcó una desviación radical de las estrictas leyes dietéticas del judaísmo. Jesús cambió el enfoque de las observancias externas a la condición del corazón, enfatizando la pureza moral y espiritual sobre la pureza ritual. Esto sentó las bases para un enfoque más inclusivo de las prácticas alimentarias dentro de la comunidad cristiana emergente (Eves, 2006, p. 2).
Pero Jesús no abogó explícitamente a favor o en contra del consumo de carne. Sus enseñanzas estaban más preocupadas por el espíritu de la ley que por su letra. Criticó a los fariseos por su rígida adhesión a las reglas dietéticas mientras descuidaban asuntos más importantes de justicia y misericordia (Mateo 23:23).
Psicológicamente, este cambio puede verse como pasar de un conjunto de reglas impuestas externamente a un marco ético internalizado. Invita a los creyentes a considerar las implicaciones más profundas de sus elecciones, incluidas las dietéticas, basadas en el amor, la compasión y el discernimiento espiritual en lugar de la adhesión estricta a un conjunto prescrito de regulaciones. (Kilgour, 2019)
La Iglesia primitiva lidió con las implicaciones de las enseñanzas de Jesús sobre cuestiones dietéticas. Esto es evidente en la visión dada a Pedro en Hechos 10, donde se le dice que no llame a nada impuro que Dios haya limpiado. Esta visión fue fundamental para abrir el camino a la inclusión gentil en la Iglesia sin requerir la adhesión a las leyes dietéticas judías (Eves, 2006, p. 2).
Pablo, en sus cartas, desarrolló aún más este entendimiento. En Romanos 14 y 1 Corintios 8, aborda el tema del consumo de carne, particularmente la carne ofrecida a los ídolos. Pablo aboga por la libertad en Cristo, pero también hace hincapié en la consideración de las conciencias de los demás. Este enfoque matizado refleja la tensión entre la libertad aportada por Cristo y la responsabilidad de amar al prójimo (Eves, 2006, p. 2).
Para muchos cristianos a lo largo de la historia, las enseñanzas de Jesús se han interpretado como la eliminación de cualquier problema espiritual o moral inherente al consumo de carne. Esto ha llevado a una aceptación general del consumo de carne dentro de la corriente principal del cristianismo. Pero es crucial señalar que esta aceptación a menudo se ha visto atenuada por otras consideraciones éticas extraídas de principios cristianos más amplios (Grumett & Muers, 2010).
Algunos cristianos, inspirados en las enseñanzas de Jesús sobre la compasión y la administración de la creación, han elegido el vegetarianismo o el veganismo como expresión de su fe. Argumentan que, si bien el consumo de carne puede ser permisible, abstenerse de consumirla se alinea más estrechamente con la ética de amor y cuidado de Jesús por todas las criaturas de Dios (Grumett & Muers, 2010).
Las enseñanzas de Jesús han dado lugar a un enfoque más flexible y motivado internamente de las elecciones dietéticas dentro del cristianismo. Si bien generalmente eliminan las prohibiciones sobre alimentos específicos, incluida la carne, también invitan a los creyentes a considerar sus elecciones de alimentos a la luz de los principios éticos más amplios de amor, compasión y administración responsable.
¿Qué dice la Biblia acerca de tratar a los animales humanamente?
La Biblia, aunque no proporciona un código integral de bienestar animal en el sentido moderno, ofrece numerosas ideas sobre el tratamiento ético de los animales. Estas enseñanzas, dispersas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, forman una base para una ética cristiana del cuidado de los animales.
Comencemos con la narrativa de la creación en Génesis. Aquí vemos a los animales descritos como parte de la buena creación de Dios, y a los seres humanos se les da la responsabilidad de la mayordomía o el dominio sobre ellos (Génesis 1:26-28). Este concepto de dominio, bien entendido, implica cuidado y responsabilidad más que explotación. Sugiere que los seres humanos deben ser cuidadores de la creación, lo que refleja el propio cuidado de Dios por sus criaturas (Strømmen, 2018).
La ley del Antiguo Testamento contiene varias disposiciones que demuestran preocupación por el bienestar animal. Por ejemplo, Éxodo 23:12 ordena que incluso los animales deben descansar en el sábado. Deuteronomio 25:4 prohíbe masticar un buey mientras pisa el grano, permitiendo que el animal coma mientras trabaja. Estas leyes sugieren que los animales tienen un valor intrínseco más allá de su utilidad para los humanos y merecen consideración y amabilidad. (Korostichenko, 2022)
Proverbios 12:10 dice: «Los justos cuidan de las necesidades de sus animales, pero los actos más amables de los malvados son crueles». Este versículo vincula directamente el trato humano de los animales con la justicia, sugiriendo que la forma en que se trata a los animales es un reflejo de su carácter.
En los Salmos se reconoce el cuidado de Dios por todas las criaturas. El Salmo 145:9 declara: "El Señor es bueno con todos; tiene compasión de todo lo que ha hecho». Esta compasión universal de Dios proporciona un modelo para el comportamiento humano hacia los animales. (Korostichenko, 2022)
Pasando al Nuevo Testamento, mientras que Jesús no aborda directamente el bienestar animal, sus enseñanzas sobre el cuidado de Dios por la creación se pueden ver como extendidas a los animales. En Mateo 6:26, Jesús señala la provisión de Dios para las aves como un ejemplo de cuidado divino. Aunque el punto principal es acerca de la confianza humana en Dios, también implica que los animales son valorados por Dios.
La parábola de Jesús sobre las ovejas perdidas (Lucas 15:3-7) describe la preocupación de un pastor por un solo animal, que podría considerarse que respalda una cuidadosa atención al bienestar animal. La ética general de la compasión de Jesús y su énfasis en el espíritu más que en la letra de la ley pueden aplicarse a nuestro tratamiento de los animales (Kilgour, 2019).
Psicológicamente, las enseñanzas de la Biblia sobre el bienestar animal pueden considerarse como un fomento de la empatía y una ampliación del círculo de la consideración moral más allá de los seres humanos. Esto se alinea con la comprensión moderna del desarrollo moral, donde el aumento de la empatía a menudo se correlaciona con un comportamiento más ético hacia los seres humanos y los animales.
Aunque la Biblia permite el uso de animales para las necesidades humanas (incluyendo la comida y el trabajo), esto siempre está dentro de un contexto de mayordomía responsable y compasión. La ética bíblica general sugiere que la crueldad o la explotación innecesarias de los animales son incompatibles con las intenciones de Dios para la creación. Además, la cuestión de si «está matando animales un pecado«a menudo surge en debates sobre ética y moralidad en relación con las enseñanzas bíblicas. Muchos proponentes argumentan que si bien la Biblia permite el uso de animales, también enfatiza un enfoque compasivo, instando a la humanidad a tratar a todas las criaturas con dignidad. Por lo tanto, las acciones que conducen a un sufrimiento innecesario pueden verse como fallas en defender los principios de mayordomía descritos en las Escrituras.
En nuestro contexto moderno, estos principios bíblicos se pueden aplicar a cuestiones contemporáneas de bienestar animal en la agricultura, la investigación y otras áreas donde los humanos interactúan con los animales. Nos llaman a considerar cuidadosamente cómo nuestras prácticas se alinean con los valores de compasión, mayordomía y respeto por la creación de Dios.
Aunque la Biblia no proporciona un manifiesto detallado de los derechos de los animales, presenta una ética clara de trato compasivo y responsable de los animales. Esta ética se basa en la comprensión de los animales como parte de la buena creación de Dios, el papel humano como administradores de esa creación y la extensión de la compasión de Dios a todas las criaturas. Como cristianos, estamos llamados a reflexionar sobre cómo estos principios deben dar forma a nuestras interacciones con el mundo animal en nuestro contexto moderno.
¿Hay alguna figura bíblica que fuera vegetariana?
Daniel y sus compañeros se destacan como ejemplos principales. Cuando se les ofreció la rica comida y el vino del rey, solo pidieron verduras y agua (Daniel 1:8-16). Su dieta vegetariana era un medio para permanecer fieles a las leyes de Dios en un país extranjero. Vemos aquí cómo las elecciones dietéticas pueden ser una expresión de convicción espiritual. (Tabile, 2023)
A Adán y Eva, antes de la Caída, se les dio «toda planta portadora de semillas» y «todo árbol que tenga fruto con semilla en él» para alimento (Génesis 1:29). Esto sugiere una dieta vegetariana inicial en el Edén, aunque después del Diluvio, Dios permitió el consumo de carne (Génesis 9:3). (Tabile, 2023)
Juan Bautista vivía de «langostas y miel silvestre» (Mateo 3:4), una dieta que, aunque no era estrictamente vegetariana, era austera y se centraba en alimentos silvestres en lugar de carnes domesticadas.
Curiosamente, algunas tradiciones sostienen que Santiago, el hermano de Jesús, era vegetariano. Aunque no se indica explícitamente en las Escrituras, los escritos de la iglesia primitiva sugieren esta posibilidad. Eusebio, citando a Hegesippus, escribió que James «no bebió vino ni bebida fuerte, ni comió carne».
Es crucial señalar, sin embargo, que estos ejemplos de abstención de la carne a menudo estaban vinculados a prácticas culturales, religiosas o ascéticas específicas, en lugar de preocupaciones éticas sobre el bienestar animal como podríamos entenderlas hoy en día. La Biblia no presenta el vegetarianismo como un imperativo moral universal.
¿Qué enseñaron los primeros Padres de la Iglesia acerca de comer carne?
Muchos Padres de la Iglesia primitiva no se oponían abiertamente a comer carne, pero a menudo veían la abstinencia de la carne como una forma de disciplina espiritual. El ayuno de la carne fue ampliamente practicado, especialmente durante la Cuaresma y otras temporadas penitenciales. Esta práctica fue vista como una manera de someter las pasiones y enfocarse en asuntos espirituales.(Bounds, 2012)
San Clemente de Alejandría, escribiendo en el siglo II, abogó por la moderación en todas las cosas, incluida la dieta. No prohibió la carne, pero advirtió contra la glotonería y el exceso. Escribió: «Entonces, no debemos abstenernos por completo de varios tipos de alimentos, sino que solo no debemos ocuparnos de ellos» (Chistyakova, 2021).
San Basilio el Grande, en el siglo IV, alentó el ayuno y el vegetarianismo como prácticas espirituales, aunque no las ordenó para todos los creyentes. Vio la abstinencia de la carne como una forma de controlar el cuerpo y cultivar la virtud. (Chistyakova, 2021)
San Juan Crisóstomo, también en el siglo IV, elogió el vegetarianismo pero no lo requirió. Él escribió: «Nadie, creo, se atrevería a decir que el paraíso no era un lugar mejor y más deseable que nuestra tierra... Sin embargo, Dios no proporcionó carne para nuestros primeros padres allí» (Chistyakova, 2021).
Pero también debemos notar que algunos Padres de la Iglesia defendieron fuertemente el comer carne contra ciertos grupos heréticos que lo prohibían por completo. San Agustín, por ejemplo, argumentó en contra de los maniqueos que veían la carne como impura, afirmando que todos los alimentos eran limpios para los cristianos. (Bounds, 2012)
Las Constituciones Apostólicas, un documento de orden eclesiástico del siglo IV, aconsejaban a los cristianos «abstenerse de la carne solo por disciplina, no por aborrecerla como impura». Esto refleja una opinión común de que, si bien abstenerse de comer carne podría ser espiritualmente beneficioso, no era intrínsecamente pecaminoso comerla. (Bounds, 2012) Esta perspectiva sobre las elecciones dietéticas es paralela a la actual. debate sobre la homosexualidad en la Biblia, donde las interpretaciones varían ampliamente sobre lo que se considera un comportamiento aceptable o pecaminoso. Así como la iglesia primitiva trató de equilibrar la disciplina con la comprensión de la moral inherente, las discusiones contemporáneas a menudo giran en torno a la reconciliación de los textos antiguos con los valores modernos. En última instancia, ambos temas invitan a los creyentes a examinar críticamente las Escrituras en el contexto de la fe y el cambio social. Esta perspectiva destaca el enfoque matizado de los primeros cristianos hacia las prácticas dietéticas, enfatizando la importancia de la intención sobre el estricto cumplimiento de las reglas. Además, este discurso arroja luz sobre el panorama general de entender los debates de asistencia a la iglesia, ya que los factores que influyen en la participación a menudo se entrelazan con las creencias personales sobre la disciplina y las normas de la comunidad. En última instancia, la conversación sobre las elecciones dietéticas sirve como un microcosmos de las consideraciones éticas más grandes que enfrentan los creyentes en sus viajes espirituales. Esta atención a la intención también se extiende a diversos aspectos de la fe, incluidas cuestiones predominantes como «¿La cremación se considera pecaminosa? Esta investigación refleja una exploración más amplia de cómo las costumbres asociadas con la muerte y el entierro se alinean con las creencias espirituales. A medida que los creyentes navegan por estas complejidades, a menudo se les insta a sopesar la tradición contra la convicción personal, fomentando una comprensión más profunda de su fe en la sociedad contemporánea.
¿Cómo se compara la opinión de la Biblia sobre el consumo de carne con los argumentos vegetarianos/veganos modernos?
La Biblia generalmente permite el consumo de carne, como vemos en Génesis 9:3, donde Dios le dice a Noé: «Todo lo que vive y se mueve será alimento para ti». Pero este permiso viene con responsabilidades de mayordomía y compasión hacia los animales, como se refleja en Proverbios 12:10: «El cuidado justo de las necesidades de sus animales» (Tabile, 2023).
Los argumentos vegetarianos y veganos modernos a menudo se centran en el bienestar animal, las preocupaciones ambientales y los beneficios para la salud. Aunque estos temas específicos no se abordan directamente en las Escrituras, podemos encontrar principios que resuenan con estas preocupaciones.
El énfasis de la Biblia en la administración de la creación (Génesis 1:28) se alinea con los argumentos ambientales para reducir el consumo de carne. He destacado en Laudato Si’ que el cuidado de nuestro hogar común es un imperativo moral, que podría apoyar los argumentos a favor de dietas más sostenibles. (Bryant, 2019)
En cuanto al bienestar animal, aunque la Biblia permite comer carne, también retrata un reino pacífico en el que «el lobo vivirá con el cordero» (Isaías 11:6), lo que sugiere un ideal de armonía entre los seres humanos y los animales. Esta visión resuena con la compasión por los animales que motiva a muchos vegetarianos y veganos (Thomas et al., 2019, pp. 836-857).
Los argumentos saludables a favor de las dietas a base de plantas encuentran cierto apoyo en la dieta a base de vegetales de Daniel, que lo dejó a él y a sus compañeros más sanos que aquellos que comen la rica comida del rey (Daniel 1:15). Pero la Biblia no promueve universalmente el vegetarianismo por razones de salud.
Donde la Biblia y los argumentos modernos divergen es en el imperativo ético. Mientras que muchos vegetarianos y veganos ven la abstención de la carne como una necesidad moral, la Biblia no presenta este punto de vista. Jesús mismo comió pescado y participó en las comidas de la Pascua que incluían cordero. (Bryant, 2019)
El Nuevo Testamento rechaza explícitamente las restricciones dietéticas como un medio de pureza espiritual. Pablo escribe: «El reino de Dios no es cuestión de comer y beber, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Romanos 14:17).
¿Hay algún beneficio espiritual o inconveniente en comer o no comer carne de acuerdo con la Biblia?
Los beneficios espirituales de abstenerse de la carne se pueden encontrar en la práctica del ayuno, que a menudo implica evitar la carne. Jesús mismo ayunó en el desierto durante 40 días (Mateo 4:2), y el ayuno se presenta como un medio de disciplina espiritual y enfoque en toda la Escritura. Abstenerse de la carne puede ser una forma de negarse a sí mismo, como Jesús nos llama a hacer (Lucas 9:23), lo que potencialmente conduce a una mayor conciencia espiritual y dependencia de Dios. (Bounds, 2012)
Pero es crucial tener en cuenta que la Biblia no presenta el vegetarianismo como inherentemente más espiritual. De hecho, Pablo advierte contra aquellos que «prohíben a las personas casarse y les ordenan abstenerse de ciertos alimentos, que Dios creó para ser recibidos con acción de gracias por aquellos que creen y conocen la verdad» (1 Timoteo 4:3). (Tabile, 2023)
El potencial inconveniente espiritual de la estricta adherencia a cualquier dieta, incluyendo el vegetarianismo o el veganismo, es el riesgo de orgullo o prejuicio. Pablo aborda esto en Romanos 14, instando a los creyentes a no juzgarse unos a otros por las elecciones dietéticas. Escribe: «El que come todo no debe despreciar al que no come, y el que no come todo no debe juzgar al que come, porque Dios los ha aceptado» (Romanos 14:3). (Tabile, 2023)
Otra consideración es que compartir comidas, incluidas aquellas con carne, puede ser un aspecto importante del compañerismo y la comunidad en muchas culturas. Jesús a menudo compartía comidas con otros como un medio de ministerio y conexión. Abstenerse de la carne podría limitar potencialmente estas oportunidades de comunión y testimonio en algunos contextos.
La Biblia subraya que «la comida no nos acerca a Dios; no somos peores si no comemos, ni mejores si lo hacemos» (1 Corintios 8:8). Los beneficios o inconvenientes espirituales de nuestras elecciones dietéticas dependen más de nuestra actitud y motivaciones del corazón que de los alimentos específicos que comemos o evitamos.
¿Cómo deben los cristianos abordar el tema del consumo de carne hoy en día?
Debemos reconocer que la Biblia nos otorga libertad en las elecciones dietéticas, al tiempo que nos llama a ser buenos administradores de la creación y a mostrar compasión a todas las criaturas vivientes. Como nos recuerda Pablo, «el reino de Dios no es cuestión de comer y beber, sino de justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Romanos 14:17). (Bryant, 2019)
Pero esta libertad viene con la responsabilidad. En nuestro contexto contemporáneo, debemos considerar el impacto ambiental de nuestras elecciones de alimentos. La producción industrial de carne contribuye significativamente al cambio climático, la deforestación y la contaminación del agua. Como cristianos, estamos llamados a ser administradores de la creación de Dios (Génesis 1:28). Por lo tanto, debemos considerar en oración cómo nuestras elecciones dietéticas se alinean con este llamado. (Bryant, 2019; Schön & Böhringer, 2023)
También debemos reflexionar sobre el tratamiento ético de los animales. Aunque la Biblia permite el consumo de carne, también enfatiza la compasión hacia los animales (Proverbios 12:10). Las condiciones en muchas granjas industriales plantean serias preocupaciones éticas que no podemos ignorar (Thomas et al., 2019, pp. 836-857).
Las consideraciones de salud también son relevantes. Aunque la Biblia no prescribe una dieta específica por razones de salud, sí nos enseña que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20). La evidencia científica sugiere que una dieta alta en alimentos de origen vegetal puede tener importantes beneficios para la salud (Snyder, 2016, p. 12).
A la luz de estas consideraciones, animo a los cristianos a abordar el consumo de carne con atención y moderación. Esto podría significar reducir la ingesta de carne, elegir carne de origen ético o incluso adoptar una dieta vegetariana o vegana. Pero debemos tener cuidado de no juzgar a aquellos que toman decisiones diferentes. (Bryant, 2019) En esta búsqueda de una alimentación consciente, también debemos considerar cómo nuestras elecciones se alinean con nuestras creencias y valores. Debates en torno a temas como «es la meditación considerada un pecado«puede profundizar aún más nuestra comprensión de cómo conectamos nuestra espiritualidad con las prácticas diarias, incluido lo que consumimos. En última instancia, fomentar un diálogo compasivo es esencial a medida que navegamos por estas decisiones personales y, a menudo, complejas.
Para aquellos que se sienten llamados a abstenerse de comer carne, que esta decisión esté motivada por el amor a la creación de Dios y la preocupación por los demás, en lugar de un sentido de superioridad moral. Para aquellos que eligen comer carne, que se haga con gratitud y responsabilidad, teniendo en cuenta las implicaciones más amplias de esta elección.
Por encima de todo, participemos en esta discusión con amor y respeto mutuo. Como aconseja Pablo, «hagamos, pues, todo lo posible por hacer lo que conduzca a la paz y a la edificación mutua» (Romanos 14:19). Ya sea que comamos carne o nos abstengamos, dejemos que nuestras elecciones sean guiadas por el deseo de honrar a Dios, cuidar de Su creación y amar a nuestro prójimo.
Abordemos este tema no como una cuestión de reglas rígidas, sino como una oportunidad para crecer en fe, sabiduría y amor. Que nuestras elecciones dietéticas, sean cuales sean, reflejen nuestro compromiso de vivir el Evangelio en todos los aspectos de nuestras vidas.
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