¿Quién se saltó la muerte y fue directo al cielo sin morir?




  • Ascensiones en la Biblia: La Biblia relata las ascensiones de Enoc y Elías, quienes fueron llevados al cielo sin morir. Estos eventos prefiguran la ascensión de Jesús, que es única porque abre el camino para que toda la humanidad esté unida a Dios.
  • Importancia teológica: Las ascensiones afirman un reino trascendente, el poder de Dios sobre la muerte y la esperanza de la vida eterna. También destacan la elección divina y la dimensión espiritual de la humanidad.
  • Interpretaciones y esperanza: Las denominaciones cristianas interpretan estos relatos con diversos grados de comprensión literal y simbólica. En cualquier caso, ofrecen esperanza a los creyentes asegurándoles la vida después de la muerte, la dignidad de la humanidad y la victoria final de Dios.
  • Relevancia hoy: Mientras que las ascensiones físicas no se esperan hoy en día, los creyentes están llamados a un ascenso espiritual a través de la fe y la santidad. Las historias de ascensión proporcionan esperanza y significado en un mundo a menudo caracterizado por la desesperación, recordándonos que nuestro verdadero hogar está con Dios.

¿Quiénes son las principales figuras bíblicas que se dice que han ascendido al cielo sin morir?

En las sagradas escrituras nos encontramos con un poderoso misterio: ciertas personas santas que fueron llevadas al cielo sin experimentar la muerte física tal como la conocemos. Al reflexionar sobre esto, dos figuras se destacan prominentemente en la narrativa bíblica: Enoc y Elías.

Enoc, descrito en el libro del Génesis, vivió antes del gran diluvio. El texto nos dice sencilla pero profundamente que «Enoc caminó fielmente con Dios; Entonces ya no estaba, porque Dios se lo llevó» (Génesis 5:24). Este pasaje críptico se ha interpretado durante mucho tiempo en el sentido de que Enoc fue llevado directamente a la presencia de Dios sin morir.

Elías, ese gran profeta de Israel, nos proporciona un relato aún más dramático. El segundo libro de Reyes relata cómo Elías fue llevado al cielo en un torbellino, acompañado de carros y caballos de fuego (2 Reyes 2:11). Esta imagen vívida ha capturado la imaginación de los creyentes durante milenios.

Algunas tradiciones también incluyen a Moisés en esta categoría, aunque su muerte se menciona explícitamente en Deuteronomio. El misterio que rodea su entierro y posterior aparición en la Transfiguración de Cristo ha llevado a algunos a especular sobre su asunción corporal.

Psicológicamente, estos relatos hablan de nuestro profundo deseo humano de trascender la muerte y lograr una conexión directa y sin mediación con lo divino. Ofrecen la esperanza de que nuestro viaje terrenal no siempre tenga que terminar en el valle de la muerte, sino que pueda conducir directamente a la montaña de la presencia de Dios.

Históricamente, estas narrativas han jugado un papel crucial en la formación de la comprensión judía y cristiana de la vida después de la muerte y la posibilidad de la resurrección corporal. Nos recuerdan que los caminos de Dios no están limitados por nuestra comprensión de las leyes naturales, y que el límite entre el cielo y la tierra puede ser más permeable de lo que a menudo suponemos.

¿Qué dice la Biblia acerca de estas ascensiones?

Las Sagradas Escrituras, en su sabiduría y misterio, hablan de estas ascensiones con una hermosa economía de palabras, dejando mucho a nuestra reflexión orante. Consideremos lo que se nos revela acerca de estos eventos extraordinarios.

Para Enoc, como hemos señalado, el relato es notablemente breve. El Génesis nos dice que «Enoc caminó fielmente con Dios; Entonces ya no estaba, porque Dios se lo llevó» (Génesis 5:24). La Carta a los Hebreos en el Nuevo Testamento se desarrolla ligeramente, diciendo: «Por la fe Enoc fue tomado de esta vida, de modo que no experimentó la muerte: «No pudo ser hallado, porque Dios se lo había llevado.» Porque antes de ser tomado, fue encomendado como alguien que agradaba a Dios» (Hebreos 11:5).

La ascensión de Elías se describe con más detalle vívido. El segundo libro de Reyes cuenta: «Mientras caminaban y hablaban juntos, de repente apareció un carro de fuego y caballos de fuego que los separaron, y Elías subió al cielo en un torbellino» (2 Reyes 2:11). Esta dramática escena es presenciada por el discípulo de Elías, Eliseo, que da un poderoso testimonio del acontecimiento.

Psicológicamente, estas cuentas sirven para múltiples propósitos. Proporcionan imágenes concretas que nos ayudan a comprender conceptos abstractos del favor divino y la posibilidad de trascender la muerte. Las imágenes visuales de la ascensión de Elías, en particular, ofrecen un poderoso símbolo del viaje del alma a Dios.

Históricamente, estos pasajes han sido interpretados de varias maneras. Algunos los ven como descripciones literales de eventos únicos, mientras que otros los ven como expresiones metafóricas de verdades espirituales. La diversidad de interpretaciones nos recuerda la rica complejidad de las sagradas escrituras y la importancia de abordarlas con fe y razón.

Teológicamente, estos relatos afirman el poder de Dios sobre la muerte y Su capacidad para atraer a Sus siervos fieles directamente a Su presencia. Ellos presagian la esperanza cristiana de la resurrección corporal y la transformación final de toda la creación.

En nuestro contexto moderno, estos textos antiguos continúan hablando de nuestros más profundos anhelos de trascendencia y unión con lo divino. Nos desafían a considerar cómo nosotros también podemos «caminar con Dios» en nuestra vida cotidiana, preparándonos para ese viaje final hacia el abrazo eterno de Dios.

¿Por qué fueron elegidos estos individuos para ascender sin morir?

La pregunta de por qué ciertos individuos fueron elegidos para esta extraordinaria gracia de ascensión sin muerte es una que invita a una profunda reflexión. Aunque las Escrituras no nos proporcionan razones explícitas, podemos discernir algunas ideas a través de la consideración orante de estas vidas santas.

En el caso de Enoc, la Biblia enfatiza su fidelidad. Se nos dice que «caminó fielmente con Dios» (Génesis 5:24). Esta frase sugiere una intimidad con lo Divino, una vida vivida en constante conciencia de la presencia de Dios. Psicológicamente podríamos ver a Enoc encarnando lo que Carl Jung podría llamar el «Yo», la totalidad de la psique en armonía con lo divino.

Elías, por otro lado, se presenta como un profeta de celo y poder sin precedentes. Su ministerio estuvo marcado por enfrentamientos dramáticos con las fuerzas de la idolatría y la injusticia. Su ascensión podría verse como una afirmación divina de su papel profético y un signo del triunfo final de la justicia de Dios.

Históricamente, tanto Enoc como Elías llegaron a ser vistos como figuras que trascendieron los límites normales entre el cielo y la tierra. En algunas tradiciones judías y cristianas, se pensaba que tenían papeles especiales en el drama escatológico, tal vez regresando como testigos antes del juicio final.

Desde una perspectiva teológica, podríamos entender estas ascensiones como signos del amor y el poder gratuitos de Dios. Nos recuerdan que Dios no está obligado por las leyes de la naturaleza tal como las entendemos, y que la gracia divina puede manifestarse de maneras extraordinarias.

Ser elegido para este destino único no implica superioridad moral sobre otros que experimentan la muerte. Más bien, estas ascensiones sirven como signos de esperanza para todos los creyentes, señalando la posibilidad de la unión definitiva con Dios.

En nuestro contexto moderno, podríamos ver estos relatos como invitaciones a considerar cómo también nosotros somos «elegidos» por Dios, no necesariamente para ascensiones dramáticas por vidas de testimonio y servicio fieles. Cada uno de nosotros está llamado a «caminar con Dios» a su manera, cultivando esa intimidad con lo Divino que caracterizó la vida de Enoc, y ese coraje profético ejemplificado por Elías.

El «por qué» de estas ascensiones sigue siendo un misterio, oculto en la inescrutable sabiduría de Dios. Sin embargo, siguen inspirándonos, desafiándonos a vivir vidas dignas de nuestro llamamiento, siempre listos para ese viaje final a la presencia de Dios, ya sea a través de la muerte o por algún medio más extraordinario.

¿Existen tradiciones no bíblicas sobre otros que ascienden vivos al cielo?

, El concepto de ascensión al cielo sin experimentar la muerte no es exclusivo de la tradición judeocristiana. A medida que expandimos nuestra mirada más allá de los límites de nuestros propios textos sagrados, encontramos una vasta red de narrativas similares en varias culturas y sistemas de creencias.

En la tradición islámica, por ejemplo, nos encontramos con la historia del viaje nocturno del profeta Mahoma, conocido como el Mi’raj. Según este relato, Mahoma fue transportado de La Meca a Jerusalén y luego ascendió a través de los siete cielos, todo en una sola noche. Si bien esto se entiende generalmente como una ascensión espiritual en lugar de corporal, comparte temas con los relatos bíblicos que hemos discutido.

La mitología hindú nos proporciona varios ejemplos de ascensión. Se dice que el dios Krishna, por ejemplo, ascendió a su morada celestial en su forma física. Del mismo modo, algunas tradiciones hablan de grandes yoguis que han alcanzado la inmortalidad física y la capacidad de trascender la existencia terrenal a voluntad.

En el folclore chino, encontramos historias de inmortales taoístas que han alcanzado la trascendencia física a través de prácticas espirituales y medios alquímicos. El concepto de «shénshou» o «ascensión espiritual» es un tema recurrente en estas tradiciones.

Psicológicamente, estos diversos relatos hablan de un anhelo humano universal de trascendencia e inmortalidad. Reflejan nuestro profundo deseo de superar las limitaciones de nuestra existencia física y alcanzar un estado de unión con lo divino o el orden cósmico.

Históricamente, estas narrativas a menudo se han asociado con individuos de gran logro espiritual o aquellos que se cree que tienen una misión divina especial. Sirven para diferenciar a estas figuras y subrayar su estatus único dentro de sus respectivas tradiciones.

Es fascinante observar cómo estas diversas cuentas de ascensión, aunque difieren en sus características específicas, a menudo comparten elementos comunes. Muchos involucran alguna forma de intervención divina, una separación del reino terrenal y un viaje a través de esferas celestiales.

Al considerar estas tradiciones no bíblicas, se nos recuerda la rica diversidad de la experiencia espiritual humana. Al mismo tiempo, podemos discernir los hilos comunes que nos unen en nuestra búsqueda de significado y trascendencia. Estas historias, ya sea que las aceptemos literalmente o las veamos como metafóricas, hablan de nuestra condición humana compartida y nuestra esperanza universal de algo más allá de nuestra existencia terrenal.

En nuestro mundo moderno y globalizado, la conciencia de estas diversas tradiciones puede enriquecer nuestro propio camino de fe. Nos invitan a reflexionar sobre las muchas formas en que los humanos han conceptualizado la relación entre lo divino y lo humano, lo temporal y lo eterno. Si bien permanecemos arraigados en nuestras propias creencias, podemos apreciar la belleza y la sabiduría que se encuentran en otras tradiciones, fomentando un espíritu de diálogo y comprensión mutua.

¿Cuál es el significado teológico de estas ascensiones?

El significado teológico de estas ascensiones es poderoso y estratificado. Abordan algunos de los aspectos más fundamentales de nuestra fe y de nuestra comprensión de la relación de Dios con la humanidad.

Estas ascensiones afirman la realidad de un reino trascendente más allá de nuestro mundo físico. Testifican la existencia del cielo no sólo como un concepto abstracto como una realidad tangible en la que los seres humanos pueden entrar. Esto refuerza nuestra esperanza en la promesa de la vida eterna y el destino final de los fieles.

Estos relatos demuestran el poder de Dios sobre la muerte. Al llevar a Enoc y Elías directamente al cielo, Dios muestra que no está atado por el orden natural de la vida y la muerte tal como lo entendemos. Esto presagia la creencia cristiana en la resurrección y la victoria final sobre la muerte proclamada en el Nuevo Testamento.

Desde una perspectiva cristológica, estas ascensiones prefiguran la ascensión de Jesucristo. Nos preparan, en cierto sentido, para el misterio aún mayor del Hijo de Dios que descendería del cielo, tomaría carne humana y luego ascendería nuevamente al Padre. Las ascensiones de Enoc y Elías se convierten así en parte de la gran narrativa de la historia de la salvación.

Psicológicamente, estos relatos hablan de nuestros más profundos anhelos de unión con Dios. Ofrecen la esperanza de que tal unión es posible, no sólo después de la muerte potencialmente como la culminación de una vida vivida en estrecha comunión con lo Divino. Nos desafían a considerar cómo podemos «caminar con Dios» en nuestras propias vidas.

En términos de teología bíblica, estas ascensiones subrayan el tema de la elección divina. Dios elige a ciertos individuos para roles o experiencias especiales, no debido a su superioridad inherente como signos de Su gracia y como parte de Su plan más amplio de revelación.

Estos relatos contribuyen a nuestra comprensión de la naturaleza de los seres humanos. Sugieren que no somos meramente criaturas físicas que tienen una dimensión espiritual capaz de existir en la presencia de Dios. Esto se alinea con la visión bíblica de los seres humanos como creados a imagen de Dios.

En nuestro contexto moderno, estas narrativas antiguas continúan desafiándonos e inspirándonos. Nos recuerdan que nuestra fe no se trata simplemente de una vida ética o de un asentimiento intelectual a las doctrinas sobre una relación transformadora con un Dios vivo que puede irrumpir en nuestro mundo de maneras inesperadas.

Estas ascensiones nos apuntan hacia nuestro propio destino final: ese momento en el que, ya sea a través de la muerte o del regreso de Cristo, nosotros también estaremos plenamente unidos a Dios. Nos inspiran a vivir ahora a la luz de esa esperanza, permitiendo que la realidad del cielo dé forma a nuestra existencia terrenal.

¿Cómo se relacionan estas ascensiones con la ascensión de Jesús?

Las ascensiones de Enoc y Elías prefiguraron la ascensión de Cristo de manera importante. Demostraron el poder de Dios para vencer la muerte y llevar a los fieles a su presencia celestial. Estos acontecimientos alimentaron la esperanza entre el pueblo de Dios de que la muerte no era el fin. Pero Enoc y Elías seguían siendo hombres imperfectos que requerían la gracia de Dios para ascender. Sus ascensiones fueron acontecimientos excepcionales que no alteraron fundamentalmente la condición humana («Interpretaciones de la resurrección de Jesús en la Iglesia primitiva», 2024; Woodger, 2016).

En cambio, la ascensión de Jesús fue la culminación de su misión salvífica. Habiendo vencido el pecado y la muerte a través de su pasión y resurrección, Cristo ascendió a la diestra del Padre en su naturaleza humana glorificada. Esto no fue simplemente un evento individual con significado cósmico. Como Dios-hombre, la ascensión de Jesús abrió el camino para que toda la humanidad se uniera a Dios (Harris, 2014, pp. 201-215; «Interpretations of Jesus’ Resurrection in the Early Church» (Interpretaciones de la resurrección de Jesús en la Iglesia primitiva), 2024.

Psicológicamente podemos ver cómo las ascensiones anteriores prepararon al pueblo de Dios para recibir la plena revelación de Cristo. Ellos despertaron la imaginación religiosa y cultivaron la fe expectante. Sin embargo, la ascensión de Jesús va más allá al abordar nuestros más profundos anhelos de reconciliación con Dios y triunfo sobre la muerte.

Históricamente, observamos cómo la Iglesia primitiva reconoció la ascensión de Jesús como única y definitiva. Los apóstoles lo predicaron como parte integral del misterio pascual y una fuente de esperanza para los creyentes. La afirmación del credo de que Cristo «ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre» se convirtió en un principio central de la fe (Harris, 2014, pp. 201-215; Henry & Swart, 2021).

Aunque las ascensiones del Antiguo Testamento eran señales que apuntaban hacia adelante, la ascensión de Cristo es la realidad a la que apuntaban. Es la base de nuestra esperanza y el patrón para nuestra propia glorificación futura. Como San Agustín expresó bellamente: «Subió solo, desciende con muchos». ¡Alegrémonos de este misterio que une el cielo y la tierra!

¿Qué enseñaron los primeros Padres de la Iglesia acerca de las ascensiones al cielo sin morir?

Los Padres generalmente veían las ascensiones de Enoc y Elías como eventos históricos con profundo significado espiritual. Vieron estas ascensiones como prefiguraciones de la propia ascensión de Cristo y como signos del poder de Dios sobre la muerte. San Ireneo, por ejemplo, escribió que Enoc y Elías fueron «traducidos» y permanecen preservados por Dios como testimonio de la posibilidad de la resurrección de la carne.

Pero los Padres tuvieron cuidado de distinguir entre estas ascensiones del Antiguo Testamento y la ascensión única de Cristo. Ellos enseñaron que mientras Enoc y Elías fueron tomados por el poder de Dios, Cristo ascendió por Su propio poder divino. San Agustín hizo hincapié en que la ascensión de Cristo no era simplemente una elevación física, una exaltación espiritual a la diestra del Padre.

Psicológicamente podemos ver cómo los Padres usaron estos relatos de ascensión para abordar el profundo anhelo humano de inmortalidad y unión con Dios. Los presentaron como signos de esperanza, pero siempre dirigieron la esperanza última de los creyentes a la obra redentora de Cristo.

Históricamente, observamos a los Padres lidiando con varias interpretaciones de estas ascensiones. Algunos, como Tertuliano, especularon que Enoc y Elías fueron preservados en un paraíso terrenal. Otros, como San Jerónimo, los vieron como llevados directamente al cielo. Sin embargo, todos coincidieron en que su glorificación final esperaba la segunda venida de Cristo.

Los Padres también usaron estos relatos para enseñar lecciones morales y espirituales. Orígenes, por ejemplo, vio la ascensión de Elías como un símbolo del viaje del alma a Dios a través de la purificación y la iluminación. San Ambrosio estableció paralelismos entre la ascensión de Elías y el ascenso espiritual del creyente a través de la virtud y la contemplación.

Es importante destacar que los Padres no alentaron a los creyentes a buscar la ascensión física ellos mismos. Más bien, enseñaron que nuestra «ascensión» en esta vida es espiritual: crecer en santidad y acercarnos a Dios a través de la fe, la esperanza y el amor. Vieron el bautismo y la Eucaristía como medios por los cuales los creyentes ya participan místicamente en la muerte, resurrección y ascensión de Cristo.

¿Es posible que la gente de hoy ascienda al cielo sin morir?

Esta pregunta toca profundos misterios de fe y anhelo humano. Tal como lo consideramos, debemos acercarnos con humildad, reconociendo los límites de nuestra comprensión y confiando en la sabiduría y el amor infinitos de Dios.

Desde la perspectiva de nuestra fe católica, no esperamos que las ascensiones físicas al cielo sin morir ocurran en nuestra era actual. Los ejemplos de Enoc y Elías en las Escrituras, y la gloriosa ascensión de nuestro Señor Jesús, fueron eventos únicos en la historia de la salvación. Sirven como signos y prefiguraciones, no como patrones que deben repetirse regularmente («Interpretations of Jesus’ Resurrection in the Early Church», 2024; Woodger, 2016).

Pero no debemos limitar nuestra comprensión de la «ascensión» a términos meramente físicos. En un sentido espiritual, todos estamos llamados a ascender al cielo, no escapando de la muerte muriendo al pecado y resucitando a una nueva vida en Cristo. A través del bautismo, ya hemos comenzado este ascenso. Cada día, a medida que crecemos en fe y santidad, nos acercamos a nuestro hogar celestial (Henry & Swart, 2021).

Psicológicamente, el deseo de ascender al cielo sin morir a menudo refleja nuestro miedo natural a la muerte y el anhelo de inmortalidad. Sin embargo, nuestra fe nos enseña a no buscar escapar de nuestra condición mortal para encontrar sentido en ella mediante la unión con la propia muerte y resurrección de Cristo. Nuestro objetivo no es evitar la muerte para transformarla en un pasaje a la vida eterna.

Históricamente, vemos cómo algunos han malinterpretado las Escrituras o han seguido falsas enseñanzas en intentos de lograr la ascensión corporal. Sin embargo, el testimonio constante de la Iglesia ha sido que nuestro viaje al cielo en esta vida es principalmente espiritual. Ascendemos a través de la oración, los sacramentos y las obras de amor, no a través de fenómenos físicos extraordinarios.

Dicho esto, debemos permanecer siempre abiertos a las misteriosas obras de Dios. Aunque no esperamos ni buscamos ascensiones físicas, sabemos que con Dios, todas las cosas son posibles. Las vidas de los santos nos muestran cómo Dios puede hacer maravillas más allá de lo que imaginamos. Sin embargo, incluso los santos más grandes abrazaron la muerte como el acto final de conformidad con Cristo.

En nuestro mundo moderno, con sus avances tecnológicos, algunos pueden soñar con alcanzar la inmortalidad a través de medios humanos. Como pastores y psicólogos, debemos ayudar a las personas a canalizar este anhelo hacia su verdadera realización en Dios. Nuestro destino no es la mera existencia sin fin, la comunión eterna con la Trinidad.

Queridos hermanos y hermanas, todos estamos llamados a ascender al cielo. Este ascenso comienza en las profundidades de nuestros corazones, y se completará cuando Cristo regrese en gloria. Fijemos nuestros ojos en Jesús, que ha ido antes que nosotros, y confiemos en Su promesa de que donde Él ha ido, esperamos seguir.

¿Cómo interpretan las diferentes denominaciones cristianas estos relatos de ascensión?

En la tradición católica, vemos estas ascensiones como eventos históricos con un poderoso significado espiritual. Vemos las ascensiones de Enoc y Elías como prefiguraciones de las de Cristo, y hacemos hincapié en la ascensión de Cristo como parte integral del misterio pascual. El Catecismo enseña que la ascensión de Cristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios y su exaltación como Señor de toda la creación (Harris, 2014, pp. 201-215; «Interpretations of Jesus’ Resurrection in the Early Church» (Interpretaciones de la resurrección de Jesús en la Iglesia primitiva), 2024.

Muchas denominaciones protestantes, particularmente aquellas en la tradición evangélica, tienden a interpretar estos relatos más literalmente. A menudo subrayan el carácter milagroso de los acontecimientos y su demostración del poder de Dios sobre la muerte. Algunos ven en estas cuentas un patrón para el futuro «rapto» de los creyentes, aunque esta interpretación no se sostiene universalmente (Woodger, 2016).

Los cristianos ortodoxos orientales, al igual que los católicos, consideran que la ascensión de Cristo es un acontecimiento soteriológico crucial. Hacen especial hincapié en cómo completa la deificación de la naturaleza humana en Cristo, abriendo el camino para la teosis o divinización de la humanidad. Las ascensiones de Enoc y Elías son vistas como presagios de este misterio.

Las tradiciones protestantes liberales a menudo interpretan estos relatos de manera más simbólica. Pueden verlos como expresiones mitológicas de verdades espirituales en lugar de eventos históricos literales. Desde esta perspectiva, las ascensiones representan la aspiración humana de trascendencia y unión con lo divino.

Las tradiciones pentecostales y carismáticas tienden a hacer gran hincapié en los relatos de la ascensión, en particular los de Cristo. A menudo subrayan la conexión entre la ascensión de Cristo y el derramamiento del Espíritu Santo, viéndolo como un modelo para el empoderamiento espiritual de los creyentes.

Desde un punto de vista psicológico, podemos observar cómo estas diferentes interpretaciones reflejan diferentes formas de comprometerse con el misterio de la muerte y la esperanza de la vida eterna. Algunos encuentran consuelo en una comprensión más literal, mientras que otros resuenan con un enfoque más simbólico.

Históricamente, vemos cómo estas diferentes interpretaciones se han desarrollado en respuesta a diversas preocupaciones teológicas, culturales y pastorales. Sin embargo, a través de todas las tradiciones, los relatos de ascensión sirven para nutrir la fe y la esperanza en la victoria final de Dios sobre la muerte.

Como católicos, mientras nos mantenemos firmes en nuestro entendimiento, podemos apreciar las ideas ofrecidas por otras tradiciones. Todos nosotros, de diversas maneras, nos esforzamos por comprender el poderoso misterio del plan de Dios para el destino humano. Sigamos reflexionando juntos sobre estos relatos sagrados, buscando siempre una comprensión y unidad más profundas en Cristo.

¿Qué esperanza ofrecen estas historias de ascensión a los creyentes de hoy?

Las historias de ascensión que encontramos en las Escrituras ofrecen una fuente de esperanza para los creyentes en nuestro mundo moderno. Estos relatos hablan de los anhelos más profundos del corazón humano e iluminan el destino glorioso al que Dios nos llama a todos.

Estas historias nos aseguran que la muerte no es el fin. Las ascensiones de Enoc y Elías, y supremamente la de nuestro Señor Jesús, demuestran el poder de Dios sobre la muerte y Su deseo de llevarnos a la comunión eterna con Él. En un mundo a menudo marcado por la desesperación y la falta de sentido, esta esperanza de vida eterna da un poderoso propósito a nuestro viaje terrenal («Interpretaciones de la resurrección de Jesús en la Iglesia primitiva», 2024; Woodger, 2016).

Psicológicamente, estos relatos abordan nuestro miedo innato a la muerte y la separación. Ofrecen una visión de la integridad y la pertenencia última que puede sostenernos a través de las pruebas de la vida. Cuando contemplamos la ascensión de Cristo, se nos recuerda que nuestro verdadero hogar está con Dios y que todos los fragmentos de nuestras vidas algún día se recogerán en su presencia.

Las historias de ascensión también ofrecen esperanza al revelar la dignidad y el destino de la naturaleza humana. La ascensión de Cristo, en particular, nos muestra que nuestra humanidad no es algo de lo que se pueda escapar, algo que se pueda transformar y glorificar. Esto nos da esperanza mientras luchamos con nuestras limitaciones y debilidades, sabiendo que en Cristo, nuestra humanidad ha sido exaltada a la diestra del Padre (Harris, 2014, pp. 201-215; Henry & Swart, 2021).

Estos relatos inspiran esperanza al mostrarnos que el cielo y la tierra no están irrevocablemente separados. El Cristo ascendido permanece íntimamente conectado a Su Iglesia a través del Espíritu Santo. Esto nos da la esperanza de que nuestras oraciones sean escuchadas, que la gracia divina esté disponible para nosotros, y que podamos experimentar anticipos de alegría celestial incluso en esta vida.

Para los creyentes que enfrentan persecución o sufrimiento, las historias de ascensión ofrecen esperanza de última vindicación y recompensa. Así como Elías fue tomado después de enfrentar oposición, y así como Cristo ascendió siguiendo Su pasión, así también podemos confiar en que nuestra fidelidad será honrada por Dios, aunque no siempre sea reconocida por el mundo.

Estos relatos también alimentan la esperanza al señalar la finalización del plan de Dios para la creación. La ascensión de Cristo no se trata solo de su exaltación individual sobre el comienzo de una nueva creación. Esta dimensión cósmica de la esperanza nos anima a trabajar por la transformación de nuestro mundo, sabiendo que nuestros esfuerzos forman parte del propósito más amplio de Dios.

Por último, las historias de ascensión ofrecen esperanza al recordarnos la intercesión continua de Cristo por nosotros y su prometido retorno. Como nuestro Sumo Sacerdote ascendido, Jesús continuamente presenta nuestras necesidades al Padre. Y Su ascensión es el preludio de Su glorioso regreso, cuando todas las cosas serán hechas nuevas.

Queridos hermanos y hermanas, extraigamos profundamente del pozo de esperanza que ofrecen estas historias de ascensión. Que fortalezcan nuestra fe, inspiren nuestro amor y nos impulsen hacia adelante en nuestro viaje de peregrinación a nuestro verdadero hogar en la presencia de Dios.

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