Estudio de la Biblia: ¿Qué versículos de Isaías predicen el nacimiento de Jesús?




  • Isaías 7:14 profetiza un nacimiento virginal y el nombre de Emanuel, destacando la naturaleza divina de Jesús.
  • Isaías 9:6-7 describe a un niño destinado a la grandeza, llamado Consejero Maravilloso, Dios Poderoso, Padre Eterno y Príncipe de Paz.
  • Isaías 11:1-2 pronostica el linaje de Jesús de Jesé y ser ungido por el Espíritu Santo.
  • Isaías 40:3-5 predice que Juan el Bautista preparará el camino para Jesús, enfatizando el plan de salvación que se está desarrollando.
Esta entrada es parte 17 de 42 en la serie La Navidad como cristiana

¿Cuáles son los versículos clave de Isaías que profetizan sobre el nacimiento de Jesús?

El más conocido es sin duda Isaías 7:14, que declara: «Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emmanuel». Este versículo habla directamente de la naturaleza milagrosa del nacimiento de Cristo y de su identidad divina como «Dios con nosotros» (Gamble, 1955, pp. 373-374; Rhodea, 2013, p. 63).

También encontramos una hermosa profecía en Isaías 9:6-7: «Para nosotros ha nacido un niño, se nos ha dado un hijo, y el Gobierno estará sobre sus hombros. Y será llamado Consejero Maravilloso, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de la Paz». Aquí Isaías revela la naturaleza real y divina del Mesías venidero (Cadle et al., 1939; Moodie, 2004).

Isaías 11:1-2 profundiza en el linaje y el carácter del Mesías: «Saldrá un disparo del tronco de Jesse; de sus raíces una rama dará fruto. El Espíritu del Señor reposará sobre él». Este pasaje conecta a Jesús con la línea davídica y habla de su unción por el Espíritu Santo (Martin, 2022, pp. 87-96).

Consideremos también Isaías 40:3-5, que predice el ministerio de Juan el Bautista en la preparación del camino para Jesús: «Una voz de una sola llamada: «En el desierto preparad el camino para el Señor; hacer recto en el desierto un camino para nuestro Dios».

Estas profecías no eran meros faros de esperanza que iluminaban el camino hacia la llegada de nuestro Salvador. Nos recuerdan que el plan de salvación de Dios se ha ido desarrollando a lo largo de la historia, culminando en el nacimiento de Jesucristo.

Descripción de Isaías del Mesías venidero:

El profeta Isaías pinta un retrato en capas del Mesías venidero, revelando tanto su naturaleza divina como su misión de redención para la humanidad.

Isaías describe al Mesías como una figura de sabiduría y autoridad sin igual. En Isaías 11:2-4, leemos: «El Espíritu del Señor reposará sobre él: el Espíritu de sabiduría y de entendimiento, el Espíritu de consejo y de poder, el Espíritu del conocimiento y del temor del Señor... No juzgará por lo que ve con sus ojos, ni decidirá por lo que oye con sus oídos; pero con justicia juzgará a los necesitados, con justicia tomará decisiones por los pobres de la tierra». Este pasaje habla del discernimiento divino del Mesías y de su compromiso con la justicia para los marginados (Martin, 2022, pp. 87-96).

El profeta también retrata al Mesías como un portador de paz y reconciliación. Isaías 9:6-7 proclama: «Para nosotros ha nacido un niño, se nos ha dado un hijo, y el Gobierno estará sobre sus hombros. Y será llamado Consejero Maravilloso, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. De la grandeza de su gobierno y de la paz no habrá fin». Este hermoso pasaje revela el papel del Mesías en el establecimiento del reino de paz de Dios (Cadle et al., 1939; Moodie, 2004).

Isaías describe además al Mesías como un siervo sufriente que cargará con los pecados de muchos. En Isaías 53:4-5, leemos: «Seguramente tomó nuestro dolor y soportó nuestro sufrimiento... Pero fue traspasado por nuestras transgresiones, fue aplastado por nuestras iniquidades; el castigo que nos trajo la paz fue sobre él, y por sus heridas hemos sido sanados». Esta poderosa profecía prefigura la muerte sacrificial de Cristo en la cruz (Brettler & Levine, 2019, pp. 158-173).

El Mesías también es retratado como una luz para las naciones. Isaías 42:6 declara: «Yo, el Señor, os he llamado con justicia; Tomaré tu mano. Te guardaré y haré de ti un pacto para el pueblo y una luz para los gentiles». Este pasaje habla del alcance universal de la misión del Mesías, que se extiende más allá de Israel a todos los pueblos.

En estas descripciones, vemos a un Mesías que encarna la sabiduría divina, trae paz, sufre por nuestra redención y ofrece salvación a todas las naciones. Este retrato en capas nos ayuda a comprender la profundidad y la amplitud de la misión y la identidad de Cristo.

Isaías 9:6 y su descripción de Jesús:

Isaías 9:6 es un versículo de gran significado, que nos ofrece una visión de la naturaleza divina y la misión de nuestro Señor Jesucristo. Reflexionemos sobre sus palabras: «Para nosotros ha nacido un niño, se nos ha dado un hijo, y el Gobierno estará sobre sus hombros. Y será llamado Consejero Maravilloso, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz».

Este versículo comienza haciendo hincapié en la humanidad del Mesías: «nace un niño, se da un hijo». Sin embargo, trasciende rápidamente las limitaciones humanas, revelando la naturaleza divina de este niño. La frase «el gobierno estará sobre sus hombros» habla del papel del Mesías como gobernante final, el que establecerá el reino de Dios en la tierra (Cadle et al., 1939; Moodie, 2004).

Los títulos dados a este niño son particularmente reveladores. «Wonderful Counselor» sugiere uno con una sabiduría extraordinaria y la capacidad de guiar a los demás. «Dios poderoso» es una clara declaración de la divinidad del Mesías, que lo identifica como Dios encarnado. El «Padre eterno» habla de su naturaleza eterna y de su cuidado paterno por su pueblo. Por último, «Príncipe de la Paz» indica su papel en la consecución de una paz verdadera y duradera en el mundo (Jamieson & Fausset, 2015).

Estos títulos pintan un cuadro de un Mesías que es humano y divino, que posee sabiduría y poder supremos, que es eterno y que trae paz. En Jesucristo, vemos el cumplimiento de esta profecía. Él vino como un niño, nacido en circunstancias humildes, sin embargo, él era y es el Dios eterno. Demostró sabiduría divina en sus enseñanzas, mostró su gran poder a través de milagros, reveló el amor del Padre a través de sus acciones y trajo paz entre Dios y la humanidad a través de su muerte y resurrección sacrificiales.

Isaías 9:6 nos proporciona así una poderosa declaración cristológica, siglos antes del nacimiento de Jesús. Nos invita a maravillarnos del misterio de la Encarnación —que Dios se hace hombre— y a confiar en este Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno y Príncipe de la Paz.

Cómo las profecías de Isaías dieron esperanza a la gente en su tiempo:

Para comprender cómo las profecías de Isaías trajeron esperanza a la gente de su tiempo, primero debemos considerar el contexto histórico en el que profetizó. Isaías vivió durante un período tumultuoso en la historia de Israel, una época de inestabilidad política, decadencia moral y la amenaza inminente de invasión extranjera. En tales circunstancias, sus palabras de esperanza eran como un faro de luz en la oscuridad (Angel, 2009, p. 3).

Las profecías de Isaías ofrecían esperanza en múltiples niveles y tranquilizaban al pueblo de la presencia y el cuidado continuos de Dios por ellos, a pesar de los desafíos a los que se enfrentaban. En Isaías 41:10, leemos: «Así que no temáis, porque yo estoy con vosotros; No te desmayes, porque yo soy tu Dios. Yo te fortaleceré y te ayudaré; Te sostendré con mi justa mano derecha». Estas palabras habrían sido profundamente reconfortantes para un pueblo que se sentía abandonado o castigado por Dios.

Las profecías de Isaías sobre un Mesías venidero ofrecían esperanza para un futuro mejor. La promesa de un rey justo de la línea de David (Isaías 11:1-5) habría sido particularmente significativa en tiempos de liderazgo corrupto o ineficaz. Esta esperanza no era solo la estabilidad política para el establecimiento del reino de justicia y paz de Dios (Martin, 2022, pp. 87-96).

Las visiones del profeta sobre la futura restauración y gloria de Jerusalén (Isaías 2:2-4, 4:2-6) ofrecían esperanza a un pueblo que había visto amenazada o destruida su ciudad y su templo. Estas profecías les aseguraron que los propósitos de Dios para Jerusalén prevalecerían en última instancia, a pesar de las circunstancias actuales (Angel, 2009, p. 3).

El mensaje de perdón y redención de Isaías (Isaías 1:18, 43:25) trajo esperanza a los agobiados por la culpa y el pecado. Le recordó a la gente que no importaba lo lejos que se hubieran extraviado, Dios estaba dispuesto a perdonarlos y restaurarlos.

Las profecías de Isaías extendieron la esperanza más allá de Israel a todas las naciones (Isaías 49:6). Esta universalidad del plan de salvación de Dios habría dado a las personas un sentido de propósito y significado en el mundo en general.

De todas estas maneras, las profecías de Isaías proporcionaron un marco de esperanza que trascendió las circunstancias inmediatas. Recordaron al pueblo la fidelidad de Dios, prometieron un futuro glorioso y dieron sentido a sus luchas actuales. Al hacerlo, no solo consolaron a la gente de la época de Isaías, sino que continúan trayéndonos esperanza hoy, cuando vemos su cumplimiento final en Cristo.

Enseñanzas de los Padres de la Iglesia sobre las profecías de Jesús de Isaías:

Justin Martyr, escribiendo en el 2do siglo, con frecuencia citó a Isaías en sus diálogos con eruditos judíos. Ve a Isaías 7:14 como una clara predicción del nacimiento virginal de Cristo, argumentando que este acontecimiento milagroso era una señal de la naturaleza divina de Jesús. Justino también interpretó los pasajes del Siervo Sufriente en Isaías 53 como profecías directas de la pasión y muerte de Cristo (Gamble, 1955, pp. 373-374; Rhodea, 2013, p. 63).

Ireneo de Lyon, también en el siglo II, hizo hincapié en cómo las profecías de Isaías demostraron la unidad del plan de salvación de Dios a lo largo de la historia. Veía a Jesús como el cumplimiento de las profecías de Isaías sobre el Mesías, centrándose especialmente en Isaías 11:1-10 como una descripción del reinado de Cristo y la paz que traería.

Orígenes, en el siglo III, desarrolló una interpretación alegórica de las profecías de Isaías. Ve múltiples capas de significado en textos como Isaías 6, interpretando la visión de la gloria de Dios como un presagio de la Trinidad y la encarnación de Cristo.

Agustín de Hipona, escrito en los siglos IV y V, encontró en las profecías de Isaías pruebas de la fidelidad de Dios y de la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Hizo especial hincapié en Isaías 53 como profecía de la muerte expiatoria de Cristo, viendo en ella una clara predicción del mensaje del Evangelio (Brettler & Levine, 2019, pp. 158-173).

Juan Crisóstomo, también en los siglos IV y V, utilizó ampliamente las profecías de Isaías en su predicación. Vio en Isaías 9:6 una clara declaración de la divinidad y la naturaleza eterna de Cristo, utilizándola para defender la doctrina de la Encarnación contra aquellos que negaban la naturaleza divina de Cristo (Cadle et al., 1939; Moodie, 2004).

Cirilo de Alejandría, en el siglo V, encontró en las profecías de Isaías el apoyo a sus puntos de vista cristológicos. Utilizó textos como Isaías 7:14 y 9:6 para argumentar a favor de la plena divinidad y humanidad de Cristo, viendo en ellos evidencia de la unión hipostática.

Estos Padres de la Iglesia, a través de sus interpretaciones de las profecías de Isaías, ayudaron a articular doctrinas cristianas fundamentales sobre la naturaleza y la obra de Cristo. Vieron en las palabras de Isaías no solo predicciones una revelación divina que encontró su máxima expresión en la persona y obra de Jesucristo. Sus enseñanzas nos recuerdan la rica herencia teológica que hemos heredado y las poderosas formas en que el Antiguo Testamento nos señala a Cristo.

¿Cómo se conectan las profecías de Isaías con la historia navideña de los Evangelios?

Las palabras proféticas de Isaías hacen eco a través de los siglos, encontrando su cumplimiento en los milagrosos acontecimientos de esa primera Navidad. Me conmueve cuán intrincadamente el Señor tejió Su plan divino a través de las edades.

Isaías habló de una virgen que concibe y da a luz un hijo llamado Emmanuel, «Dios con nosotros» (Isaías 7:14). Esta profecía encuentra su gozosa realización en la Anunciación a María y el nacimiento de Jesús, como lo relatan Mateo y Lucas (Barton, 2020; Knights, 2017, pp. 85-87). El evangelista Mateo conecta explícitamente estos acontecimientos, declarando que «todo esto tuvo lugar para cumplir lo que el Señor había dicho por medio del profeta» (Mateo 1:22-23).

Isaías predijo un niño nacido de nosotros, un hijo dado a nosotros, que llevaría títulos majestuosos y reinaría en el trono de David (Isaías 9:6-7). El Evangelio de Lucas se hace eco de esto, con el ángel Gabriel anunciando a María que a su hijo se le daría «el trono de su padre David» y reinaría para siempre (Lucas 1:32-33) (Knights, 2017, pp. 85-87).

Isaías también profetizó acerca de una voz clamando en el desierto, preparando el camino para el Señor (Isaías 40:3-5). Los cuatro Evangelios lo aplican al ministerio de Juan el Bautista que anuncia la venida de Jesús (Witherington, 2014). Esta conexión ilustra maravillosamente cómo Dios preparó los corazones para recibir al Mesías.

El profeta habló de buenas nuevas proclamadas a los pobres, libertad para los cautivos y liberación para los prisioneros (Isaías 61:1-2). El mismo Jesús leyó este pasaje en la sinagoga de Nazaret, declarando: «Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos» (Lucas 4, 16-21) (Kodell, 1983, pp. 16-18). Aquí vemos a Jesús afirmando explícitamente ser el cumplimiento de las profecías mesiánicas de Isaías.

Me sorprende cómo estas conexiones habrían resonado profundamente con el pueblo judío, respondiendo a sus esperanzas y expectativas de larga data. Me maravilla la precisión con la que estas antiguas palabras encontraron su cumplimiento.

En este tapiz de profecía y cumplimiento, vemos la fidelidad de Dios y el desarrollo de Su plan de salvación. Las palabras de Isaías, como una estrella brillante, guiaron el camino hacia el pesebre de Belén, donde el cielo y la tierra se abrazaron en la persona del niño Cristo.

¿Qué nombres y títulos usa Isaías para el Mesías venidero?

El profeta Isaías, inspirado por el Espíritu Santo, otorgó al Mesías venidero una vasta red de nombres y títulos. Cada uno revela una faceta de la identidad y la misión del Salvador, pintando un retrato de esperanza para un mundo cansado.

Quizás el más familiar para nuestros oídos sea «Emanuel», que significa «Dios con nosotros» (Isaías 7:14) (Barton, 2020). Este nombre, aplicado más tarde a Jesús en el Evangelio de Mateo, habla profundamente del deseo de Dios de acercarse a su pueblo, de entrar en nuestra experiencia humana con todas sus alegrías y penas.

En un pasaje que resuena profundamente con la historia de Navidad, Isaías proclama: «Porque a nosotros nos ha nacido un hijo, a nosotros se nos ha dado un hijo» (Isaías 9:6). Luego despliega una serie de títulos majestuosos: Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Adams, 2016). Cada uno de estos nombres revela un aspecto del carácter y el papel del Mesías:

  • Como Consejero Maravilloso, Él ofrece sabiduría y guía divinas.
  • Dios Poderoso habla a Su naturaleza y poder divinos.
  • El Padre Eterno señala Su naturaleza eterna y amoroso cuidado.
  • Príncipe de Paz destaca su papel en traer la reconciliación entre Dios y la humanidad.

Isaías también se refiere a la venida como la «Raíz de Jesé» (Isaías 11:10), que conecta al Mesías con el linaje real de David. Este título enfatiza tanto Su ascendencia humana como Su papel como el verdadero Rey de Israel.

El profeta habla de un «siervo» que traerá justicia a las naciones (Isaías 42:1-4). Aunque no es estrictamente un título, esta descripción del Mesías como siervo de Dios es importante, y apunta a su humildad y obediencia a la voluntad del Padre.

En un pasaje que los cristianos han asociado durante mucho tiempo con Jesús, Isaías describe al Mesías como un «hombre de penas, familiarizado con el sufrimiento» (Isaías 53:3). Esta conmovedora descripción presagia el sufrimiento que el Mesías soportaría por el bien de Su pueblo.

Me sorprende cómo estos nombres y títulos abordan necesidades humanas profundas: de orientación, de fuerza, de paz y de justicia. Hablan de nuestro anhelo por un líder que encarna tanto el poder como la compasión.

Veo en estos nombres un reflejo de las esperanzas y expectativas de la época de Isaías, pero también una visión que trasciende ese momento histórico, avanzando para encontrar su cumplimiento final en Jesucristo.

Al meditar en estos nombres, podemos crecer en nuestra apreciación de la belleza multifacética de nuestro Salvador, cuya venida celebramos en Navidad.

¿Cómo pueden las profecías de Isaías traer esperanza a los cristianos de hoy?

Las profecías de Isaías, aunque habladas hace milenios, siguen resonando hoy en día con esperanza para nosotros. Veo en estas palabras antiguas una fuente de aliento para nuestras luchas modernas.

Las profecías de Isaías nos recuerdan la fidelidad de Dios. Cuando vemos cómo precisamente estas palabras se cumplieron en Jesús, fortalece nuestra confianza en las promesas de Dios (Barton, 2020; Knights, 2017, pp. 85-87). En un mundo que a menudo parece caótico e impredecible, podemos anclarnos en la certeza de la palabra de Dios y su plan.

La visión de paz y justicia del profeta —espadas golpeadas en arados, el lobo acostado con el cordero (Isaías 2:4, 11:6)— ofrece esperanza para un mundo desgarrado por el conflicto y la división. Aunque esperamos la plena realización de esta visión, nos inspira a trabajar por la paz y la reconciliación en nuestras propias esferas de influencia.

Las palabras de Isaías sobre el consuelo y la restauración (Isaías 40:1-2) hablan a los corazones agobiados por el dolor o la culpa. Nos aseguran que el amor de Dios es más fuerte que nuestros fracasos, que su misericordia triunfa sobre el juicio. He visto cómo este mensaje puede aportar una poderosa curación a las almas heridas.

La representación del profeta del Siervo Sufriente (Isaías 53) nos recuerda que nuestro dolor no carece de sentido. Nos muestra a un Dios que entra en nuestro sufrimiento, que lleva nuestras penas y lleva nuestras penas. Esto puede traer consuelo y propósito a esas pruebas duraderas.

Los repetidos llamamientos de Isaías a «esperar al Señor» (Isaías 8:17, 30:18) hablan de nuestra impaciencia y ansiedad. Nos animan a cultivar la confianza y la perseverancia, sabiendo que el tiempo de Dios es perfecto incluso cuando no podemos entenderlo.

Las profecías sobre la luz que brilla en las tinieblas (Isaías 9:2) y los arroyos en el desierto (Isaías 35:6) ofrecen esperanza a aquellos que se sienten abrumados o desesperados. Nos recuerdan que Dios puede traer vida y alegría incluso en las circunstancias más sombrías.

A medida que nos enfrentamos a retos mundiales como el cambio climático, la visión de Isaías de una creación renovada (Isaías 65:17-25) puede inspirarnos a cuidar nuestro hogar común y trabajar por un futuro más sostenible.

Por último, las palabras del profeta sobre el amor universal de Dios, que atrae a todas las naciones a sí mismo (Isaías 2:2-3, 56:7), pueden ampliar nuestra visión y desafiarnos a ir más allá del estrecho tribalismo hacia un abrazo más inclusivo de toda la humanidad.

¿Cuáles son algunas maneras de incorporar las profecías de Isaías en las celebraciones navideñas?

La incorporación de las profecías de Isaías en nuestras celebraciones navideñas puede enriquecer nuestra comprensión y profundizar nuestra apreciación de esta estación santa. Veo un gran valor en conectar estas palabras antiguas con nuestras observancias actuales.

Una hermosa tradición es el uso de Jesse Trees durante el Adviento. Esta práctica, que traza la genealogía de Jesús a través de símbolos que representan figuras del Antiguo Testamento, a menudo incluye adornos basados en las profecías de Isaías. Por ejemplo, un león y un cordero juntos pueden representar Isaías 11:6, mientras que un trono puede simbolizar Isaías 9:7 (Bogdanovi‡, 2013, pp. 144-147). Esta representación visual ayuda tanto a niños como a adultos a comprender la continuidad del plan de Dios a lo largo de la historia.

Las lecturas de Isaías se pueden incorporar a las coronas de Adviento y ceremonias de encendido de velas. Las profecías de esperanza, paz, alegría y amor se alinean bien con los temas tradicionalmente asociados con cada semana de Adviento. Por ejemplo, Isaías 9:2-7 podría leerse cuando se enciende la vela de la esperanza (Barton, 2020; Knights, 2017, pp. 85-87).

En los servicios de la iglesia y las devociones en el hogar, emparejar las lecturas de Isaías con sus cumplimientos del Nuevo Testamento puede ser poderoso. Por ejemplo, leer Isaías 7:14 junto con Lucas 1:26-38 pone de relieve la conexión entre la profecía y la Anunciación (Knights, 2017, pp. 85-87).

La música ofrece otra vía para incorporar las palabras de Isaías. Muchos villancicos navideños muy queridos se basan directamente en las profecías de Isaías. «O Come, O Come, Emmanuel» se basa en las «O Antiphons», que a su vez están arraigadas en las profecías mesiánicas de Isaías. El «Mesías» de Handel también contiene varios pasajes de Isaías. Cantar o escuchar estas piezas puede ser una manera significativa de meditar sobre las profecías (Murray, 2007).

Para aquellos que disfrutan del drama, considere la posibilidad de incorporar una «natividad viva» que incluya personajes que representen a los profetas del Antiguo Testamento, incluido Isaías. Esto puede ayudar a ilustrar cómo la historia de Navidad es la culminación de una larga historia de promesa divina y expectativa humana.

En nuestra entrega de regalos, podríamos inspirarnos en la visión de Isaías del Mesías. Por ejemplo, dar un diario podría representar al «Consejero maravilloso», mientras que una luz nocturna podría simbolizar la «luz que brilla en la oscuridad» (Isaías 9:2, 6).

Para las familias con niños, crear obras de arte basadas en las vívidas imágenes de Isaías, como el pacífico reino de Isaías 11, puede ser una actividad divertida y significativa. Esto puede dar lugar a debates sobre la promesa de paz de Dios y nuestro papel en su consecución.

Al decorar nuestros hogares e iglesias, podríamos incluir pancartas u adornos con frases clave de las profecías de Isaías, como «Príncipe de Paz» o «Emanuel, Dios con nosotros» (Adams, 2016).

Por último, en nuestras oraciones y reflexiones durante la temporada navideña, podemos utilizar las palabras de Isaías para profundizar nuestra gratitud por la fidelidad de Dios y renovar nuestra esperanza en sus promesas aún por cumplir.

Al incluir las profecías de Isaías en nuestras celebraciones navideñas, no solo honramos nuestro rico patrimonio espiritual, sino que también nos abrimos más plenamente a la maravilla de la Encarnación. Que estas prácticas nos ayuden a recibir de nuevo al niño Cristo, en quien todas las promesas de Dios encuentran su «sí» (2 Corintios 1:20).

¿Cómo muestran las profecías de Isaías el plan de salvación de Dios a través de Jesús?

Las profecías de Isaías se desarrollan ante nosotros como un magnífico tapiz, que revela el intrincado diseño del plan de salvación de Dios por medio de Jesucristo. Al contemplar estas antiguas palabras, vemos el corazón amoroso de nuestro Padre y el alcance cósmico de Su obra redentora.

Las profecías de Isaías pintan un cuadro de la profunda necesidad de salvación de la humanidad. El profeta habla de un pueblo caminando en tinieblas, agobiado por el yugo de la opresión (Isaías 9:2,4). Esto resuena con nuestra propia experiencia de pecado y quebrantamiento, recordándonos por qué necesitamos un Salvador (Barton, 2020). Reconozco en estas palabras una poderosa comprensión de la condición humana: nuestras luchas, nuestro dolor, nuestro anhelo de luz y libertad.

En esta oscuridad, Isaías proclama la venida de una gran luz (Isaías 9:2). Esta luz se personifica en el niño que va a nacer, el hijo que será dado (Isaías 9:6). Aquí vemos los primeros destellos de la Encarnación: el plan de Dios para entrar en nuestra experiencia humana en la persona de Jesús (Knights, 2017, pp. 85-87). Los títulos otorgados a este niño —Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de la Paz— hablan de la plenitud de la identidad y la misión de Cristo (Adams, 2016).

La profecía de Isaías sobre el nacimiento virginal (Isaías 7:14) señala el carácter milagroso de la intervención de Dios. Nos muestra a un Dios que no se mantiene al margen de nuestras luchas, sino que entra en ellas de la manera más íntima posible, convirtiéndose en uno de nosotros (Barton, 2020; Knights, 2017, pp. 85-87).

La visión del profeta del Siervo Sufriente en Isaías 53 es quizás el presagio más claro de la obra expiatoria de Cristo en la cruz. Aquí vemos que el plan de salvación de Dios implica no solo la derrota de los enemigos externos, la carga de nuestros pecados y la curación de nuestras heridas espirituales. «Por sus heridas somos sanados» (Isaías 53:5) encapsula el corazón del mensaje del Evangelio (Fried, 2002, pp. 373-393).

Isaías también nos muestra que el plan de salvación de Dios se extiende más allá de Israel para abarcar a todas las naciones. El profeta prevé un día en que «todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios» (Isaías 52:10). Este alcance universal de la salvación se cumple en la Gran Comisión de Jesús y en la difusión mundial del Evangelio (Día, 2016).

Las profecías también revelan la naturaleza transformadora de la salvación de Dios. Isaías habla de una nueva creación, donde el lobo se acuesta con el cordero (Isaías 11:6), y donde Dios hace nuevas todas las cosas (Isaías 65:17). Esto nos lleva al objetivo último de la salvación: no solo el perdón individual, la renovación de toda la creación, que vemos reflejada en la visión del Nuevo Testamento de un cielo nuevo y una tierra nueva (Día, 2016).

A lo largo de sus profecías, Isaías subraya que esta salvación es iniciativa de Dios, arraigada en su amor fiel. «Yo soy el Señor, y fuera de mí no hay salvador» (Isaías 43:11). Esto nos recuerda que nuestra salvación no es algo que logremos un don que recibimos, una verdad central en el mensaje del Evangelio.

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