¿Se menciona la «religión» en la Biblia?




  • El término «religión» solo aparece un puñado de veces en toda la Biblia
  • La Biblia no se propone definir formalmente la «religión», pero sí proporciona orientación sobre cómo practicar la religión en la vida cotidiana.
  • Los eruditos bíblicos tienen diferentes puntos de vista sobre la interpretación de la «religión» dentro de la Biblia, revelando una complejidad fascinante.
  • La «religión» en la Biblia se ha interpretado, reinterpretado y evolucionado con el tiempo, reflejando la naturaleza dinámica de las sociedades humanas.

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¿Aparece la palabra «religión» en la Biblia?

Al explorar esta cuestión, debemos abordarla tanto con contexto histórico como con discernimiento espiritual. La palabra «religión» tal como la entendemos hoy en día no aparece en los textos originales hebreo y griego de la Biblia de la misma manera que la usamos en el lenguaje moderno. Pero esto no significa que el concepto de religión esté ausente de las Escrituras.

En el Nuevo Testamento, en particular en la versión King James, encontramos la palabra «religión» utilizada varias veces, principalmente en el libro de Hechos y la Epístola de Santiago. Por ejemplo, en Hechos 26:5, el apóstol Pablo habla de la «secta más estrecha de nuestra religión» cuando se refiere a su pasado como fariseo (Vevyurko, 2024). Del mismo modo, en Santiago 1:26-27, leemos sobre la «religión pura e incontaminada delante de Dios» (Goldenberg, 2019).

Pero debemos entender que estas traducciones son interpretaciones de palabras griegas que no corresponden precisamente a nuestro concepto moderno de religión. Las palabras griegas utilizadas en estos pasajes, como «thrÄ»skeia» (Î ̧ÏÏϷσÎoÎμÎ ̄α), se refieren con mayor precisión a expresiones externas de culto o piedad en lugar de a un sistema organizado de creencias (Vevyurko, 2024).

Debo enfatizar que nuestra comprensión moderna de la religión como una categoría distinta de actividad humana y creencia es en gran medida un producto del pensamiento occidental posterior a la Ilustración. El mundo antiguo, incluidos los autores bíblicos, no concebía necesariamente la «religión» como una esfera separada de la vida distinta de la cultura, la política o la existencia cotidiana.

Psicológicamente podríamos decir que lo que ahora llamamos «religión» estaba tan profundamente integrado en la cosmovisión de los autores bíblicos y sus audiencias que no tenían necesidad de nombrarlo como un concepto separado. Su fe no estaba compartimentada, sino que era una forma de vida que lo abarcaba todo.

Por lo tanto, aunque la palabra «religión» tal como la entendemos hoy en día puede no aparecer en los textos bíblicos originales, los conceptos de fe, culto y relación con lo divino son, sin duda, fundamentales para la narrativa bíblica. Recordemos que la esencia de nuestra fe trasciende las categorías lingüísticas y las construcciones culturales. Lo que más importa no es la presencia o ausencia de una palabra en particular, sino la realidad viva del amor de Dios y nuestra respuesta a ella.

¿Cómo se describe el concepto de religión en la Biblia?

Aunque la Biblia puede no utilizar el término «religión» en la forma en que lo entendemos hoy en día, presenta una vasta red de ideas que abarcan lo que ahora llamamos religión. A medida que exploramos este concepto, abordémoslo tanto con el corazón de un creyente como con la mente de un erudito.

En el Antiguo Testamento, lo que podríamos llamar «religión» se describe a menudo en términos de relación de pacto entre Dios y su pueblo. Esta relación se caracteriza por la fe, la obediencia y la adoración. La Biblia hebrea habla de «servir al Señor» (Josué 24:14), «caminar en los caminos de Dios» (Deuteronomio 10:12) y «temer al Señor» (Proverbios 1:7). Estas frases encapsulan lo que hoy podríamos llamar práctica religiosa y devoción.

Pasando al Nuevo Testamento, vemos un cambio en el énfasis. Jesús a menudo criticaba las prácticas religiosas de su época, no para abolirlas, sino para revelar su verdadero propósito. En Mateo 23, por ejemplo, critica a aquellos que se centran en las observancias religiosas externas mientras descuidan «las cuestiones más importantes de la ley: justicia, misericordia y fe» (Mateo 23:23) (Vevyurko, 2024).

El apóstol Pablo, en sus cartas, desarrolla aún más este entendimiento. Habla de la fe en Cristo como una relación transformadora en lugar de la mera adhesión a las reglas religiosas. En Gálatas 2:20, él expresa bellamente esto: «He sido crucificado con Cristo. Ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí».

Quizás una de las descripciones más explícitas de lo que podríamos llamar «religión verdadera» proviene de la Epístola de Santiago. En Santiago 1:27, leemos: «La religión pura e inmaculada ante Dios Padre es la siguiente: visitar a huérfanos y viudas en su aflicción y no mancharse del mundo» (Goldenberg, 2019). Este pasaje enfatiza que la fe auténtica se expresa a través de la acción compasiva y la integridad moral.

He notado que el concepto bíblico de religión va más allá de la creencia cognitiva o la observancia ritual. Abarca una transformación holística de la persona, que afecta las emociones, el comportamiento y las relaciones. Se trata de una experiencia vivida de fe que afecta a todos los aspectos del ser.

Históricamente, debemos recordar que los autores bíblicos escribían en un contexto en el que lo que llamamos «religión» no era una categoría separada de vida, sino que estaba entrelazado con la cultura, la política y la existencia cotidiana. Su comprensión de la fe no estaba compartimentada, sino que abarcaba todo.

La Biblia describe lo que llamamos religión no como un conjunto de creencias o prácticas, sino como una relación viva y dinámica con Dios que transforma al creyente y se desborda en amor por los demás. Se trata de una forma de vida orientada hacia lo divino, caracterizada por la fe, el amor y la acción justa.

¿Qué dice la Biblia acerca de las diferentes religiones?

En el Antiguo Testamento, vemos una clara distinción hecha entre la adoración del único Dios verdadero de Israel y las prácticas politeístas de las naciones circundantes. El primer mandamiento, «No tendrás otros dioses delante de mí» (Éxodo 20:3), establece el tono de esta devoción exclusiva. Los profetas a menudo criticaban a los israelitas por adoptar las prácticas religiosas de sus vecinos, viendo esto como infidelidad a su pacto con Dios (Vevyurko, 2024).

Pero la Biblia también registra casos de respeto e incluso favor divino hacia individuos fuera de la fe israelita. Consideremos la historia de Rut, una mujer moabita que abrazó al Dios de Israel, o Ciro el persa, a quien Dios llama su «ungido» en Isaías 45:1, a pesar de ser un seguidor del zoroastrismo.

En el Nuevo Testamento, Jesucristo trae una nueva perspectiva. Mientras afirma su papel único como el camino hacia el Padre (Juan 14:6), también muestra compasión hacia aquellos fuera de la fe judía, como la mujer samaritana (Juan 4) y el centurión romano (Mateo 8:5-13). Su parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) desafía los estrechos límites religiosos.

El apóstol Pablo, en su ministerio a los gentiles, se involucra con diferentes visiones religiosas del mundo. En Hechos 17, lo vemos dirigiéndose a los atenienses, reconociendo su religiosidad y usándola como punto de partida para proclamar el Evangelio (Vevyurko, 2024). Reconoce que todas las personas buscan a Dios, aunque todavía no lo hayan encontrado (Hechos 17:27).

Debo señalar que los autores bíblicos estaban escribiendo en un contexto muy diferente de nuestras sociedades pluralistas modernas. Su principal preocupación era mantener la identidad distintiva del pueblo de Dios en medio de las culturas circundantes, en lugar de proporcionar un enfoque sistemático de la diversidad religiosa.

Psicológicamente podemos observar que la Biblia reconoce la inclinación humana universal hacia lo trascendente. Afirma que todas las personas son creadas a imagen de Dios y tienen un sentido innato de lo divino, aunque se expresen a través de diferentes formas religiosas.

Pero también debemos reconocer que la Biblia mantiene una clara convicción sobre la singularidad de la revelación de Dios en Cristo. Mientras respeta la sinceridad de otras creencias, llama a todas las personas a encontrar su cumplimiento final en Él.

En nuestro contexto moderno, este testimonio bíblico nos desafía a equilibrar la convicción firme en nuestra propia fe con un compromiso respetuoso con aquellos de diferentes creencias. Estamos llamados a dar testimonio del amor de Cristo al tiempo que reconocemos la imagen de Dios en cada persona, independientemente de su origen religioso. Este equilibrio requiere que escuchemos y comprendamos varias perspectivas, incluida la forma en que las creencias específicas dan forma a las identidades individuales. Por ejemplo, al explorar Explicación de las creencias de los testigos de Jehová, obtenemos una visión de una interpretación distinta de la fe que enfatiza la importancia del evangelismo y la comunidad. Abrazar el diálogo fomenta el respeto mutuo y puede iluminar el terreno común, ayudándonos a crecer colectivamente en nuestros viajes espirituales. Comprender los principios básicos dentro de un Visión general de las creencias de los testigos de Jehová puede mejorar aún más nuestro aprecio por su compromiso con la interpretación bíblica y la participación de la comunidad. Al reconocer estas creencias distintas, cultivamos un entorno donde pueden surgir discusiones fructíferas, lo que lleva a conexiones más profundas y valores compartidos. En última instancia, tales compromisos pueden enseñarnos que a pesar de nuestras diferencias, compartimos una humanidad común que merece reconocimiento y respeto.

¿Se considera el cristianismo una religión en la Biblia?

Esta pregunta toca la esencia misma de nuestra fe y cómo la entendemos en relación con el concepto más amplio de religión. Al explorar esto, abordémoslo con el fervor de la fe y el discernimiento de la investigación académica.

Debemos reconocer que el término «cristianismo» no aparece en la Biblia misma. Los seguidores de Jesús fueron llamados por primera vez «cristianos» en Antioquía (Hechos 11:26), pero esta fue una etiqueta dada por otros en lugar de una autodesignación (Vevyurko, 2024). Los primeros creyentes se refirieron a su fe como «El Camino» (Hechos 9:2, 19:9, 19:23), enfatizándola como un camino de vida más que como un conjunto de prácticas religiosas.

En el Nuevo Testamento, especialmente en los escritos de Pablo, vemos una tensión entre lo que podríamos llamar «religión» y la nueva fe en Cristo. Pablo a menudo contrasta las «obras de la ley» con la fe en Cristo (Gálatas 2:16). Habla de una transformación que va más allá de la observancia religiosa a una nueva creación en Cristo (2 Corintios 5:17).

Jesús mismo a menudo desafió las estructuras religiosas de su época, no para abolirlas, sino para revelar su verdadero propósito. Criticó a aquellos que seguían las reglas religiosas sin entender su espíritu (Mateo 23:23-28). Sus enseñanzas enfatizaron una relación directa y personal con Dios en lugar de una mera adhesión a las prácticas religiosas.

Históricamente debemos entender que los primeros seguidores de Jesús no se veían a sí mismos como fundadores de una nueva religión. Entendieron su fe como el cumplimiento de las profecías judías y la continuación del pacto de Dios con Israel. Fue solo con el tiempo que el cristianismo desarrolló distintas estructuras e identidades religiosas.

He notado que lo que llamamos cristianismo en la Biblia se presenta más como una relación transformadora con Dios a través de Cristo que como un conjunto de creencias o prácticas religiosas. Se trata de una nueva forma de ser, una nueva identidad en Cristo, en lugar de adoptar una nueva religión.

Pero también debemos reconocer que, a medida que el cristianismo se difundió y desarrolló, adquirió características que asociamos con la religión: culto comunitario, creencias compartidas, códigos éticos y estructuras organizativas. Estos aspectos, aunque no son la esencia de la fe, han sido importantes en la configuración de la identidad y la práctica cristiana a través de la historia.

En nuestro contexto moderno, el cristianismo se clasifica como una religión. Pero tal vez estamos llamados a verlo como algo más: una fe viva, una relación transformadora, una forma de vida centrada en Cristo. A menudo enfatizo que nuestra fe no se trata principalmente de reglas o rituales, sino de un encuentro con la persona de Jesucristo que lo cambia todo.

Por lo tanto, no nos contentemos simplemente con practicar una religión, sino esforcémonos por vivir una fe vibrante que cambie la vida. Que nuestro cristianismo no sea solo una etiqueta o un conjunto de creencias, sino una relación dinámica con el Dios vivo que nos transforma desde adentro y se desborda en amor por los demás.

De esta manera, honramos la visión bíblica de la fe como algo que trasciende lo que el mundo normalmente entiende como religión. Nos convertimos en testimonios vivos del poder transformador del amor de Cristo, encarnando una fe que es siempre antigua, pero siempre nueva.

¿Cómo define la Biblia la verdadera religión?

Tal vez la declaración más explícita sobre la verdadera religión en la Biblia proviene de la Epístola de Santiago. En Santiago 1:27, leemos: «La religión pura e inmaculada ante Dios Padre es la siguiente: visitar a huérfanos y viudas en su aflicción y no mancharse del mundo» (Goldenberg, 2019). Este poderoso versículo enfatiza que la verdadera religión no se trata simplemente de creencias o rituales, sino de acción compasiva e integridad moral.

A lo largo de las Escrituras, vemos resonar este tema. El profeta Miqueas resume maravillosamente lo que Dios requiere: «Hacer justicia, amar la bondad y caminar humildemente con tu Dios» (Miqueas 6:8). Aquí, la verdadera religión se presenta como una combinación de comportamiento ético, relaciones compasivas y un humilde caminar con Dios.

Jesús mismo, cuando se le preguntó acerca del mandamiento más grande, respondió con una respuesta doble: Ama a Dios con todo tu corazón, alma y mente, y ama a tu prójimo desde una perspectiva bíblica, se trata fundamentalmente de amor: amor a Dios y amor a los demás.

En el Antiguo Testamento, vemos una crítica consistente de las observancias religiosas vacías. El profeta Isaías, hablando en nombre de Dios, declara: «Odio, desprecio vuestras fiestas, y no me deleito en vuestras asambleas solemnes... Pero que la justicia ruede como las aguas, y la justicia como un arroyo que fluye continuamente» (Amós 5:21,24). Esto indica que la verdadera religión no se trata de un espectáculo exterior, sino de un corazón alineado con la justicia y la rectitud de Dios.

He notado que el concepto bíblico de la verdadera religión implica una transformación holística de la persona. No se trata solo de cambiar las propias creencias o comportamientos, sino de una reorientación fundamental de todo el ser hacia Dios y hacia los demás. Implica dimensiones cognitivas, emocionales y conductuales, que afectan a todos los aspectos de la vida de una persona.

Históricamente, debemos recordar que los autores bíblicos estaban escribiendo en un contexto donde la religión no estaba compartimentada sino integrada en todos los aspectos de la vida. Su comprensión de la verdadera religión no se trataba de adherirse a un conjunto de creencias o prácticas, sino de vivir en una relación correcta con Dios y con los demás en todas las áreas de la vida.

En nuestro contexto moderno, esta comprensión bíblica de la verdadera religión nos desafía a ir más allá de una fe compartimentada. Nos llama a una espiritualidad vivida que impregna todos los aspectos de nuestra existencia. La verdadera religión, según la Biblia, no se trata de mera observancia ritual o asentimiento intelectual a las doctrinas. Se trata de una relación transformadora con Dios que se desborda en una acción compasiva y una vida ética.

¿Qué religiones se mencionan por su nombre en la Biblia?

En el Antiguo Testamento encontramos numerosas referencias a las prácticas politeístas de los vecinos de Israel. La adoración de Baal, Asera y Moloc son frecuentemente mencionadas y condenadas por los profetas. No se trataba de «religiones» en el sentido moderno, sino de conjuntos de prácticas y creencias de culto asociadas a deidades específicas.

El Nuevo Testamento, establecido en el contexto del Imperio Romano, hace referencia a varios sistemas de creencias. En Hechos 17, encontramos a Pablo interactuando con filósofos epicúreos y estoicos en Atenas. Aunque estas eran escuelas filosóficas en lugar de religiones per se, abordaron cuestiones fundamentales de existencia y ética.

En el mismo capítulo, Pablo habla del «dios desconocido» adorado por los atenienses, reconociendo sus impulsos religiosos y reorientándolos hacia la comprensión cristiana de Dios. Este encuentro ilustra el complejo paisaje religioso del antiguo mundo mediterráneo.

El judaísmo, por supuesto, está presente en toda la Biblia, aunque no se le conoce como una «religión», sino más bien como la relación de pacto entre Dios e Israel. El cristianismo mismo emerge dentro de este contexto judío, no inicialmente como una religión separada, sino como un movimiento centrado en Jesús como el Mesías.

Debemos recordar que la principal preocupación de la Biblia no es catalogar o analizar diferentes religiones, sino proclamar la relación amorosa de Dios con la humanidad. Las menciones de otros sistemas de creencias sirven principalmente para contrastarlos con la adoración del único Dios verdadero.

¿Cómo habla Jesús de religión en los Evangelios?

Jesús a menudo criticaba ciertas prácticas religiosas de su tiempo, no para abolirlas, sino para revelar su significado más profundo y llamar a las personas a una fe más auténtica. En Mateo 23, por ejemplo, critica duramente a los escribas y fariseos por su hipocresía, diciendo: «Limpias el exterior de la copa y el plato, pero por dentro están llenos de codicia y autocomplacencia» (Mateo 23:25). Esto no es un rechazo de la observancia religiosa, sino un llamado a la transformación interna para que coincida con las prácticas externas.

En su famoso Sermón del Monte, Jesús reinterpreta y profundiza las enseñanzas religiosas tradicionales. Afirma: «No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; No he venido a abolirlos, sino a cumplirlos» (Mateo 5:17). Aquí, Jesús no habla de la religión como un sistema, sino de la tradición viva de la revelación de Dios a Israel.

Las parábolas de Jesús a menudo desafían las actitudes religiosas convencionales. La parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) critica a aquellos que priorizan la pureza ritual sobre la compasión. La parábola del fariseo y el recaudador de impuestos (Lucas 18:9-14) advierte contra la justicia propia en la observancia religiosa.

Quizás lo más significativo, cuando se le pregunta sobre el mandamiento más grande, Jesús responde enfatizando el amor por Dios y el prójimo (Marcos 12:28-31). Esto sugiere que, para Jesús, la esencia de lo que podríamos llamar «religión» no se encuentra en rituales o doctrinas, sino en relaciones amorosas, con Dios y entre sí.

En nuestro tiempo, mientras navegamos por paisajes religiosos complejos, podemos inspirarnos en el ejemplo de Jesús para mirar más allá de las formas externas hacia el corazón de la fe: amor, compasión y justicia. Esforcémonos, en todas nuestras expresiones religiosas, por encarnar el espíritu de las enseñanzas de Cristo, procurando siempre acercarnos a Dios y servir a nuestros semejantes con verdadero amor.

¿Qué enseñaron los primeros Padres de la Iglesia acerca de la religión?

Justin Martyr, escribiendo en el siglo II, habló del cristianismo como la «filosofía verdadera», haciendo hincapié en sus dimensiones racionales y éticas. Vio la fe cristiana como el cumplimiento de las mejores ideas de la filosofía griega, a la vez que estaba arraigado en la revelación divina (Attard, 2023).

Tertuliano, por otro lado, preguntó: «¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén?», Hizo hincapié en el carácter distintivo de la fe cristiana de la filosofía pagana. Sin embargo, incluso Tertuliano no hablaba de «religiones» en nuestro sentido moderno, sino de diferentes enfoques de la verdad y la sabiduría (Attard, 2023).

Los Padres de la Iglesia a menudo usaban el término «pietas» (piedad) para describir la devoción adecuada a Dios. Este concepto abarcaba la creencia, el culto y la vida ética. Para ellos, la verdadera piedad no se trataba de rituales externos, sino de un corazón y una vida transformados (Malanyak, 2023).

A medida que la Iglesia se expandió y enfrentó varios desafíos, los Padres enfatizaron cada vez más la importancia de la creencia y la práctica ortodoxas. Ireneo, por ejemplo, escribió extensamente en contra de lo que él veía como enseñanzas heréticas, esforzándose por definir y defender lo que él entendía como verdadera fe cristiana (Bounds, 2012).

Al mismo tiempo, muchos de los Padres, particularmente en Oriente, enfatizaron los aspectos místicos y experienciales de la vida cristiana. Para ellos, el objetivo de la «religión» cristiana era la unión con Dios a través de Cristo. Esta perspectiva es particularmente evidente en los escritos de figuras como Gregorio de Nisa y Pseudo-Dionisio (Zaprometova, 2009, pp. 13-14, 2010, pp. 1-19).

En nuestro propio tiempo, mientras enfrentamos nuevos desafíos y preguntas, que seamos inspirados por la sabiduría de los Padres. Al igual que ellos, tratemos de articular nuestra fe de manera que responda a las necesidades y cuestiones de nuestra época, siempre centrándonos en el Cristo vivo y en el poder transformador del amor de Dios.

¿Cómo ve el Antiguo Testamento la religión en comparación con el Nuevo Testamento?

En el Antiguo Testamento, lo que podríamos denominar «religión» se entiende principalmente como la relación de pacto entre Dios e Israel. Esta relación no se ve como una «religión» entre muchos, sino como el vínculo único entre el Creador y su pueblo elegido. La palabra hebrea a menudo traducida como «religión» (×»×a, dat) solo aparece en libros posteriores como Ester, y se refiere más a la ley o al decreto que a lo que hoy llamaríamos religión (Susila & Risvan, 2022).

El Antiguo Testamento contrasta con frecuencia el culto de YHWH con las prácticas de las naciones circundantes, no como «religiones» diferentes, sino como fidelidad o infidelidad al único Dios verdadero. Los profetas a menudo critican no la «falsa religión», sino la idolatría y la injusticia social como violaciones del pacto (Andreev & Gasymov, 2024).

En el Nuevo Testamento, vemos un cambio de perspectiva, influenciado por el contexto grecorromano y el mensaje universalizador del Evangelio. Aunque todavía está arraigado en la tradición del pacto, el Nuevo Testamento presenta la fe en Cristo como trascendiendo las fronteras étnicas y culturales.

La palabra griega que a menudo se traduce como «religión» (Î ̧ÏϷσÎoÎμÎ ̄α, thrÄ’skeia) aparece solo unas pocas veces en el Nuevo Testamento, en particular en Santiago 1:26-27, donde la «religión pura y no contaminada» se define en términos de comportamiento ético y cuidado de los vulnerables (Reardon, 2022).

Pablo, en sus cartas, a menudo contrasta la fe en Cristo con la observancia de la ley judía y la adoración de ídolos gentiles. Sin embargo, no presenta el cristianismo como una nueva «religión», sino como el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel y el verdadero camino hacia la reconciliación con Dios para toda la humanidad (Persig, 2022, pp. 21-34).

El libro de Hechos retrata el movimiento cristiano temprano navegando su relación tanto con el judaísmo como con las prácticas religiosas grecorromanas. Esto refleja una creciente conciencia del cristianismo como algo distinto, pero también en continuidad con la fe de Israel (Hannan, 2023, pp. 502-509).

En nuestro tiempo, a medida que nos relacionamos con personas de diversas religiones y culturas, podemos inspirarnos en el testimonio bíblico para permanecer firmemente arraigados en nuestra fe en Cristo, al tiempo que estamos abiertos a reconocer la obra de Dios más allá de nuestras fronteras familiares. Al igual que los autores bíblicos, tratemos siempre de discernir y proclamar la presencia y la acción amorosas de Dios en nuestro mundo.

¿Qué dice la Biblia acerca de practicar la religión?

A lo largo de la Biblia, vemos un énfasis constante en la importancia de la fe sincera y la obediencia a la voluntad de Dios. El profeta Miqueas resume esto maravillosamente en el Antiguo Testamento: «Te ha mostrado, oh mortal, lo que es bueno. ¿Y qué requiere el Señor de ti? Actuar con justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios» (Miqueas 6:8). Este pasaje nos recuerda que la verdadera «religión» en términos bíblicos no se trata de rituales, sino de una forma de vida caracterizada por la justicia, la compasión y la humildad (Nkabala, 2022).

En el Nuevo Testamento, Jesús a menudo critica las prácticas religiosas que están divorciadas del amor genuino por Dios y el prójimo. En Mateo 23, Él advierte contra la hipocresía y el ritualismo vacío, llamando en cambio a una fe que transforme el corazón. Sin embargo, Jesús también afirma el valor de las observancias religiosas cuando son expresiones de devoción sincera, como vemos en su propia participación en las fiestas y costumbres judías (Sosteric, 2021).

El apóstol Pablo, en sus cartas, enfatiza que la salvación viene a través de la fe en Cristo, no a través de obras religiosas. Pero también enseña que la verdadera fe inevitablemente producirá buenas obras. En Gálatas 5:6, escribe que lo que importa es «la fe que se expresa a través del amor» (Persig, 2022, pp. 21-34).

La carta de Santiago ofrece quizás la enseñanza más explícita sobre la práctica religiosa en el Nuevo Testamento. Santiago 1:27 afirma: «La religión que Dios nuestro Padre acepta como pura e impecable es la siguiente: cuidar a los huérfanos y a las viudas en su angustia y evitar que el mundo los contamine». Este pasaje subraya que la auténtica práctica religiosa se refiere fundamentalmente al cuidado de los demás y a la santidad personal (Lundmark, 2019, pp. 141-158).

Al considerar estas enseñanzas, recordemos que la Biblia nos llama a una fe viva que abarca todos los aspectos de nuestras vidas. No se trata de seguir un conjunto de reglas, sino de cultivar una relación profunda con Dios que se desborda en amor por los demás.

En nuestro contexto moderno, en el que «practicar la religión» puede significar muchas cosas diferentes, guiémonos por el énfasis bíblico en la sinceridad, el amor y la justicia. Que nuestras prácticas religiosas, cualquiera que sea la forma que adopten, sean siempre expresiones de genuina devoción a Dios y compasión por nuestros semejantes. Esforcémonos, en todo lo que hagamos, por encarnar el amor transformador de Cristo en nuestro mundo.

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